Hacía tiempo que no pasaba por la Terraza del Casino, entre otras cosas por los comentarios negativos que se indican en anteriores correors (Sorpresas sin calidad gustativa, teatro y pocas satisfacciones)
Seguramente no pondría nada por no abundar más en las críticas, pero esta vez.... he cenado realmente bien.
Vinieron unos amigos de Italia y les quisé mostrar algo de la nueva cocina Madrileña (O Gerundense)
En vez de menú degustación, optamos por los snacks siendo esta vez, aparte de divertidos -para eso me voy al parque de atraciones-, gustativamente agradables e incluso definitivamente buenos. Memorable la cigalita con quinoa. Muy Poblet,el único hidrógeno, para una crema de pistacho, unos prescindibles aros de tinta de calamar y serpientes de wasabi, una chocolatinas de frambuesa sorprendentes. En general muy por encima de la media de mi última vez.
De segundo compartí un jarrete de ternera (85 ó 95 grados y 3 y 1/2 horas) impresionante de melosidad y sabor.

El/la somelier imprescindible , ante una carta con tanta referencia desconocida para mi y el servicio ide vino mpecable como no puede ser menos en un restaurante de esta categoría de precios.

Produce cierta irrtación que te obliguen a llevar chaqueta y corbata para ir a cenar; más aún si el resultado de los fogones no justifica el ascenso de tu elegancia, digamos que la descompensación es claramente manifiesta. Entrada correcta y agradable, del estilo de Madrid calle Alcalá junto a la Gran Vía pero sin pasarse, cette a dir, nada snob y bien correcto, lo cual se agradece. Conjunto de comensales variopinto, guiris con derecho a chillar dado el precio de los platos, lugareñas acompañadas de sudamericanos viajados y deseosos de exhibirlo, parejas discretas con apariencia de haber roto el "cerdito" por un día, etc... La comida, ay, la comida... Caipirinha nitrogenada cuya única emoción es esperar que algo del preciado líquido caiga sobre el dedo del camarero y se le gangrene. Caviar de melón estilo Bulli, o sea, un truco ya visto que fuera de su cuna original se convierte en pura imitación desprovista de gracia. Alguna que otra cosa correcta como los pétalos en tempura y el huevo escalfado a no sé cuantos grados con boletus. Postres al uso cuyo nombre no recuerdo y una cuenta superior a 250 euros para dos personas. En resumen: huyan...

La primera vez que disfrute de la cocina de Paco Roncero,fue en la Cocina Amiga del Balneario de Chulilla, y para no mas de 20 comensales,aun recuerdo su paletilla de cordero a baja temperatura, y posterior marcado en plancha, eso si, sin rebasar en ningun momento los 63 grados.Espectacular.Se nota que es uno de los discipulos mas aventajados de Ferra Adria.

Ahora, si bien es cierto, en el casino de Madrid la cosa cambia, el entorno es incomparable, ¡¡y gigantesco!!.En lo que a comidas de empresa se refiere, un cero, asisti a una de la British Telecom y fue un desastre, lo unico destacable un solomillo de cerdo iberico en salmorejo ligero.

Sin embargo en el restaurante "La Terraza Del Casino" Paco Roncero vuelve a desplegar todo su espiritu creativo, un diez.

De todos modos, pienso que Paco Roncero necesitaria de otro marco diferente, maximo 40 comensales, para poder desarrollar todo ese potencial creativo que posee.Te esperamos con impaciencia.

Restaurante que es obligatoria su visita. La cocina tipo bulli bien elaborada por su Cheff Paco Roncero. Sobervios dos platos del menu degustación, uno Huevo pochado a baja temperatura con mollejas de cordero y, espaldita de cordero, con raviolis de ibérico y trufa de invierno.
El local clásico no acompaña la cena, ya que es un local clásico para una cocina de estilo moderno.
En cuanto al servicio, es muy bueno, faltó aquella noche la presencia de su sumiller, ya que es una asignatura pendiente en los restaurantes, no porque no hubiera sino porque estaría en otras cosas ajenas.
Nos rompe un poco los esquemas de restaurante, ya que no nos pusieron cubiertos hasta el quinto plato.

El entorno es precioso y el tamaño y la disposición de las mesas hace la visita verdaderamente grata. El servicio no sabe distinguir las situaciones y se obstina en explicarte la naturaleza de los múltiples aperitivos y acompañantes presentados, aunque los comensales se hallen enzarzados en una conversación, por supuesto privada y del máximo interés. La cocina dista mucho de estar a la altura de lo esperado y la cita de Ferrán Adriá que figura en la carta constituye el recuerdo gastronómico más interesante. Los fardos de calamares, totalmente insípidos, a pesar de la salsa de ceps, repartida a diestro y siniestro por la carta; el lenguado, duro y frío, las cigalas, sólo comestibles. El precio está a la altura del entorno.