“Es curioso que los platos de toda la vida me tienen encandilado en los últimos tiempos”

A mi un buen plato de asadura con un buen vino me corona de Rey para arriba.

Hace treinta años, en un congreso de gastronomía que se celebró en el auditorio de la plaza de Colón, se nos planteó una pregunta parecida: ¿Como se comería en España el próximo siglo? (o sea, el XXI). Se dijeron muchas sandeces, como suele ser habitual, pero mi querido amigo Luis Eduardo Cortés, propietario del restaurante Jockey de Madrid, hizo una interesante reflexión: "Habrá productos salvajes cuyo precio los hará exclusivos para ricos, y habrá muchos más productos elaborados o de granja. Así habrá una alta cocina elitista con animales no criados y otra menos exquisita, pero muy variada y asequible. El problema estará en su salubridad". Tela marinera ¿No os parece? Ya sabéis que me dedico al tema de Nutrición y si os contase las atrocidades de que ya hay constancia de los efectos de los transgénicos (que están por todas partes), de las hormonas y modificaciones genéticas en animales de producción intensiva, uso indiscriminado de grasas animales reconstituidas y polisaturadas en panes, bollos y todo tipo de masas, hortalizas de cultivo hidropónico, trasiego incontrolado de legumbres y frutas desde países remotos como China o Perú, etc., os aseguro que se os quitarían las ganas de comer.
Hacer hoy día cocina tradicional es un ejercicio heroico, porque conseguir que una simple sopa de verduras o una menestra tenga algo de sabor, exige tener un pariente que cultive un huerto para que una zanahoria, un puerro, o unas alcachofas sepan a tal.

Pues respondiendo a tu pregunta, Gran Jefe, a corto no veo muchos cambios, quizás una leve recuperación de la tradición que durará lo que dure la crisis; a medio algunos se dejarán a un lado, otros continuarán y muchos se "reconvertirán"; y a largo, la mayoría de ellos caerán en el olvido irremisible y tristemente...

Pero esto de adivinar el futuro, es hablar por hablar.

Jau!

¿Qué hacemos entonces, nos suicidamos? A mi tía, que tenía huerto, hace tiempo que la mandé a freir monas. La información no nos llega, y a la vuelta de la esquina no hay una tienda de productos ecológicos esperando que abras la puerta.
Se sigue haciendo cocina tradicional, pero si los productos no acompañan, pues ya me dirás tu.

No hace falta suicidarse, ya nos están matando poco a poco.
Yo tengo acceso a productos naturales y cuando tengo que recurrir al súpermercado, hasta se me quitan las ganas de cocinar. Pero bueno, puedo comer truchas de río, rodaballos del Cantábrico, pollos de aldea o centollos del Cabo Peñas. Reconozco que soy un privilegiado, pero también tengo que tragar transgénicos y grasas polisaturadas. España está a medio camino entre aquella comida pobre y sana, y otra que ya funciona en Francia, donde puedes elegir entre un queso industrial y otro artesano de leche cruda. ¿Llegará? Pues no lo sé, porque el mercado español es muy malo. El comprador no exige y así no habrá oferta. Todo el mundo sabe que el 90% o más de los espárragos que se consumen en este país, incluso indicando en la lata que son de tal o cual pueblo de Navarra o Rioja, proceden de China y han sido manufacturados por niños esclavos. Pregúntale a una señora que va a comprar al súper, si no te responde una ordinariez es porque echa a reír diciéndote que a buena parte vas, que ella compra el más barato y que a los chinitos les den por saco. Ya apenas quedan plantaciones en España, y mira que la diferencia es como del día a la noche. Dile a esa señora que no compre tomates holandeses, que sonde cultivo hidropónico, no saben a nada y encima hacen la competencia a la agricultura española. Te hará pedorretas.

El otro día sin ir más lejos me decía el reponedor del súper que lleva esta sección, que muchos clientes prefieren el espárrago de Perú y China porque tiene una textura más fina y no llevan hebras. A veces tendemos a conformarnos haciendo válido el refrán de a falta de pan, buenas son tortas.