Cata vertical de vino Pingus 1995-2009 (total)

Creo que vale la pena dar a conocer la crónica parcial de la vertical de Pingus (1994-2009) realizada por Enofilia el viernes 2 de diciembre en Guadalajara, México. Quien desee leer toda la historia, puede enviarme un email y con gusto la comparto. Gracias a Critov Leuman por compartir esta (en mi opinión) estupenda reseña.

Algunos datos a considerar:

Las distancias son un factor a considerar. No únicamente las geográficas, claro.

Como parte de la convocatoria para la gran cena, Enofilia envió mensajes individualizados a ilustres instituciones y personajas. Ni siquiera tuvieron a bien escribir alguna palabra de respuesta.



Número de personas que vinieron de la Asociación Mexicana de Sommeliers: cero.

De la Organización Mexicana de Enófilos: cero.

De la empresa que aparece como importadora oficial de Pingus en México: cero.

De otra empresa, enorme, cuyo importantísimo enviado nos anunciaba en septiembre la intención de incorporar Pingus en su portafolio: cero.

Pedro Poncelis Jr., Hans Backhoff (también Jr.), Jose (sic) Luis Duran, Hugo d’Acosta: cero.

Los “conocedores del vino” de GDL: cero.

El viernes 2 de diciembre de 2011, doce botellas fueron descorchadas entre las 2 y las 5 pm, una más a las 7:30 pm y la última in situ, ya iniciada la cena.



Oler, imaginar, prever, captar la evolución aromática, quedar absolutamente conmovido.



En noviembre de 2003 tuvimos una cena en Santa Ana (entre Los Ángeles y San Diego), CA, con los 15 tintos más destacados de Bordeaux de la grandiosa cosecha 2000. Petrus, L’Evangile, Cheval Blanc, Ausone, Pavie, Lafite, Latour, Mouton, Margaux, Leoville las Cases, Cos d’Estournel, Gruaud Larose, Palmer, Haut Brion y La Mission Haut Brion estuvieron allí.



Ocho años después, descorchar y empezar a percibir la grandeza de Pingus a través de catorce cosechas, me remontaron de nuevo a aquella experiencia. Pero la de ahora, íntima y concentrada, fue todavía más sublime.



El arte de la fuga y el canon, traslapes y relevos de pureza y perversión, pocas experiencias son capaces de sintetizar y diseminar los recónditos misterios de Castilla la Vieja, desde la profunda especificidad de San Cristóbal y Barroso, hasta su universalización sin límites. Las vides de Pingus son la espada en la piedra.

Jesús, Zaria, Miriam, Raúl, Luis, Juan Pablo, Sergio, Gustavo, Francisco, Jorge, Carlos V., Karla, Agustín, María, Carlos, Cristy, Eduardo, Ma. Elena, Alejandro, Cristina y V.J., participantes de la primera degustación oficial y mundial de la cosecha 2009 de Pingus, y de todas las anteriores, algo podrán decir.



Gracias en especial a Paula y Nathalie, un fabuloso navío llegó desde Quintanilla de Onésimo: un video intitulado “Peter Sissek Salutaciones Mejico.mov”, grabado en Dominio de Pingus en especial para nuestra cena, en el cual Peter, durante dos minutos y trece segundos, comparte con nosotros diversos comentarios sobre Ribera, las añadas y los vinos, ratificando lo dicho sobre la cosecha 2009 y el privilegio mundial ofrecido a Enofilia. Al final, levanta la copa y hace un brindis por la ocasión, secundado por todos nosotros.

La crónica parcial:

Catorce cosechas de Pingus, todas las que han sido embotelladas hasta el presente año, fueron precedidas por un único vino que no era Pingus.



Critov Leuman ordenó que la sesión iniciara con una Jéroboam (tres litros, equivalentes a cuatro botellas) de Perrier Jouët Fleur de Champagne (Belle Époque) cosecha 1995, de una edición limitada a 250 botellas.



Ahora son más personas las que pueden dar fe sobre los deleites de la Champaña salida de un gran productor, una gran añada, una rigurosa selección, una gran botella y una gran cava.





Canto X: Seis tiempos en el piso nueve, con Jacarandas en magnífico nivel.



He aquí lo ocurrido tras el gratificante Champagne.



Primer tiempo: El espíritu del lugar.

Pingus 2008: denso, frutos negros, compota. Uno de los más serios de la noche. Enorme potencial.

Pingus 2007: un poco más ligero y abierto. Especiado. Herbes de Provence. Franbuesas, milk shake. La clase desde el inicio.

Incitantes armonías con los camarones salteados en salsa de cacahuate, con jamón serrano y budín de yuca.

¡Qué manera de instalarnos en las alturas!



Segundo: El espíritu del tiempo.

Glorioso salto evolutivo de diez años, con dos de las cosechas menos favorecidas por los “críticos”.

Dos de los vinos más deliciosos de la noche.

Pingus 1998: chocolate, sándalo, trufas. Balsámico, lavanda. Un poco de vino quedó en la botella junto con los sedimentos. El pequeño sorbo del día siguiente fue una maravilla.

Pingus 1997: el más característico de ciertas tradiciones vitivinícolas españolas, algo de brett, finísimo cuero ruso del siglo diecinueve guardado en un arcón húngaro del siglo dieciocho.

La suavidad de las hortalizas en contraste con el crujiente de Parmigiano y las macadamias garapiñadas.

¡Bravo por Luis Martínez, nuestro Chef!



Tercero: La evolución terciaria.

Pingus 2009: mineral, rocas de río, humo, torrefactos. Frambuesas en medio del bosque. Se mantuvo exhalando su fascinante sortilegio desde las 2 pm del viernes hasta la 1 am del sábado. Exquisito.

Pingus 2006: encantador, notas dulces de ciruela y canela. Galletas de animalitos y germen de trigo. Más tarde, su complejidad se amplió hacia notas de pelo, silla de montar, ratón de campo. Uno de los más seductores de la noche.

Pingus 2003: cenizas, sotobosque, un poco austero al inicio. Evolución en copa, elegancia barroca, Telemann meets Tiepolo.

Pingus 2000: Cierta similitud con el anterior. Discreto y elegante. Un poco más de acidez. Potencial muy amplio.

Magnífico magret de pato al Jerez, con frutos secos, como base común para los cuatro acentos.

Una etapa suprema de la sesión.



Cuarto: El terciopelo y la seda.

Pingus 2001: Wow y guau, aromas semejantes a un gran Cabernet (Gustavo y vecinos evocando el Shafer), espresso, leve rastro de brett (que me deleita) y establo. Rápida evolución aromática. Cuero y avellanas. A Francisco y alguien más les pareció demasiado recio. Enorme potencial. Pleno en boca, invasivo, grandioso posgusto.

Pingus 1999: fino, dócil ante la oxigenación, sedoso, con un fondo medicinal sugerente que lo salvaba de la inocente suavidad, muy bien balanceado.

Me quedé con las ganas de probar la suprema de ave en salsa de elote y queso de cabra.

El salmón asado con pistache y chile de árbol en salsa de Tequila con cilantro es uno de los platillos consagrados de Jacarandas.



Quinto: matices sutiles e infinitos.

Pingus 1996: ambiguo, entre sólido y algo fatigado. Esta botella me dejó un poco inquieto. Habría que darle otra oportunidad a esta cosecha.

Pingus 1995: lo dicho, entre los vinos más sublimes que puedan encontrarse. Las vides viejas, el suelo, la hojarasca, efluvios que coquetean con Musigny, madurez redonda, sin aristas. Perfección es una palabra imperfecta para abarcar semejante grandiosidad.

A quienes no han estado en Jacarandas últimamente, vayan y pidan el plato de quesos finos asados sobre una fusión de salsas. Maracuyá, arrayán, las notas ahumadas del Provolone… un platillo genial e inspirador. Uno de los excelsos momentos de la cena.



Sexto: la monumentalidad total.

Pingus 2005: con frecuencia se plantea la disyuntiva entre algo que te causa distanciada admiración o recóndito deleite. Ambas caras están aquí. Gran textura. Mocha, buena acidez. Yang, hacia la exuberancia.

Pingus 2004: la plenitud asombrosa. El paraíso aromático. Algún parentesco con el 2006, pero con una dignidad superior.

El tiramisú con café orgánico de Chiapas, al borde de la lujuria.



Ahh… ¿podríamos intentar Pingus 1995-2010, el próximo diciembre?





Nota final.



Dominio de Pingus,Peter Sissek, Paula, Nathalie y todo el equipo, admirables en verdad.



A Crowne Plaza Guadalajara y su (“nuestro”) restaurante Jacarandas, Angélica Enríquez, Alberico Gutiérrez (magnifico Gerente de Alimentos y Bebidas, ¡bravo!), Luis, todos los involucrados en este proyecto, reconocimiento y aplauso.

Paco Gomes in memoriam.