Vertical del vino Clos Mogador en el Encuentro Verema

Uno de mis vinos favoritos es Clos Mogador, por su calidad, personalidad propia y carácter camaleónico. Por eso tenía muchísimas ganas de realizar una comparación vertical, oportunidad que el Encuentro Verema ha puesto a mi alcance. Y si ya es un lujo poder catar seis añadas diferentes de uno de los grandes, aún lo es más hacerlo de la mano de su creador, René Barbier, persona que me ha impresionado por su sencillez y por cómo transmite su conocimiento y amor por el mundo del vino. Mientras René Barbier iba desgranando la vida y misterios del priorato, sus vinos parecían jugar al escondite y a las muñecas rusas, cambiando de apariencia a cada rato. Era como si un espíritu burlón fuera saltando de copa en copa, animando y escondiendo los aromas por turnos. Fue un ejercicio divertido e interesante... una pena no poder continuar algunas horas más con el vino delante para seguirles la pista. Por otra parte, siempre he creído que el Mogador es un vino con capacidad de guarda, y he acrecentado esa impresión tras el Encuentro. Creo que todos los que bebimos, con la excepción del 1998, tienen años de evolución por delante. De las seis añadas que catamos, mi favorito fue el 2004. A pesar de presentarse muy cerrado, dejó entrever ese carácter mineral, casi terroso, tan característico, además de notas de evolución a cuero, especias dulces, cacao con leche y ciruelas maduras. Complejo e interesante. Para mí, un 9,4. A continuación, empatados en mis notas con un 9,3, el 1998 y el 2001. En su favor cabe decir que son los más evolucionados, y, en el caso del 1998, el que se encuentra en mejor momento de consumo. En el encontré aromas a higos, tomate, sotobosque, especias dulces, eucalipto, cuero, café... En el 2001, fruta roja, cáscara de naranja, balsámicos y algunos terciarios. Y de fondo en ambos, omnipresente la licorella caliente, la boca golosa y cálida, con taninos dulces, y una longitud a la altura de los grandes. Aún mejorarán con descanso. Algo por debajo puntúo a las añadas 2002 y 2006. El Mogador es un vino tímido y a prueba de impacientes, y estas dos añadas necesitaron más tiempo para poder expresarse del todo. Frutas rojas y notas a lavanda y tomillo para el 2002 y un carácter mineral casi impenetrable para el 2006, que en cualquier caso presentan una estructura en boca a la altura de sus hermanos. Están pidiendo a gritos descanso en botella. Y no puedo puntuar el 2008, pues es un vino que aún no está hecho, aunque prometa, a priori, seguir la estela de la marca. Para el final me quedo con una reflexión de René Barbier. A su juicio, el Mogador es un vino para disfrutar en casa, con tiempo por delante, o por copas, sacando provecho a la oxigenación de la botella abierta uno o dos días antes. Estoy de acuerdo, y creo que se puede aplicar a muchos de los vinos de más calidad. A ver si cunden la idea y el ejemplo. En definitiva, un disfrute de cata. Gracias a René Barbier y a Verema.