Francia parece (al fin) va a nombrar la uva en etiquetas

Veo que amamos el vino, pero no entendemos que es una industria, que genera dinero, que da empleo a familias, que incluso enaltece el orgullo nacional.

Corrijo: sí ";entendemos"; que es una industria, pero lo olvidamos o lo ignoramos. Da igual que sea una industria que produzca y venda vino, aviones o pañales. Hay presiones competitivas fuertes, un entorno complejo, que las posturas románticas y quijotescas no solucionarán. El vino, como toda industria y en particular la francesa, tiene que reaccionar, ajustarse, cambiar, o resignarse a ver su tamaño reducido dramáticamente.

¿Qué tiene de malo mencionar en una etiqueta la variedad?

¿Los vinateros franceses, y los consumidores de vino francés se niegan a ello por tradición? Yo lo llamaría anacronismo. Es anacrónico que en un mundo repleto de información, una botella de vino francés (que compite en precio y calidad contra miles de productores) no incluya datos que son vitales para tantos clientes y aficionados. ¡Datos que ahora son críticos también para la industria!

El mundo no era ni más ni menos ignorante antes, de lo que lo es ahora. Es más: en esta era de la información el mundo es bastante menos inculto. Esta mega-tendencia al bombardeo de información llegó para quedarse. ¿Acaso la industria del vino, y en particular la francesa, va a cambiar eso? Por Dios. No seamos unos quijotes. Fue el mismo Don Quijote quien dijo que el mundo era más ignorante porque ya nadie leía los libros de la andante caballería. ¿De algo le sirvió? El intento fue noble, pero murió consciente de su falacia. Tenemos mucho que aprender del más grande personaje de las letras españolas.

Y tampoco seamos tan ingenuos para pensar que antes la gente bebía más vino francés por que sí leía, porque eran más ";cultos";. La verdadera razón, la más importante, era porque el resto de los países no habían salido a exportar y/o no tenían un compromiso tan alto con la calidad como ahora lo tienen.

De nuevo, Francia no reaccionó, quedándose en el anacronismo de sus etiquetas clásicas hermosamente diseñadas; pero guardándose los datos mínimos necesarios para entender a su estupendo vino enterrados en algún libro, ";reservado para los cultos y conocedores";. Los demás, incultos y plebeyos, que chinguen a su madre porque para la industria francesa del vino, como dijo Fidel Castro a los EEUU, ";no los queremos, no los necesitamos";. Ajá.

¿Alguien recuerda a la Enciclopedia Británica? Fue la mejor que jamás existió. ";Fue";, porque ahora es pieza de museo. No quiso adaptarse a la competencia, en específico Microsoft y su mediocre Encarta empaquetada en CD-ROMS. Británica era infinitamente superior. Pero pensaron que era herejía, que era matar la tradición si ofrecían su noble, excelso y culto producto en CD-ROMS. ¿Y qué pasó? Cuando finalmente lo hicieron, ya era demasiado tarde. Fue el anacronismo el que condenó, y la arrogancia lo que eliminó, a Británica.

Francia es el país de los grandes vinos, conocidos o no. ¿Qué puede tener de malo añadir en la etiqueta de un mersault la palabra chardonnay? Mientras el vino siga siendo igual de bueno, la industria francesa del vino tiene todo para ganar, incluso limpiar su imagen de arrogante. Si hoy el vino es visto con sospechas como algo para snobs, en buena medida se debe a la arrogancia de los franceses en pedir, exigir a los consumidores que sepan todo eso que ellos se niegan a decirles, pero que el resto de los países productores sí comparte, en botellas de vino de gran calidad y a precios competitivos.

El tema de fondo no es una ";etiqueta";. Es COMUNICACION. Pongamos el argumento patas arriba: ¿qué pasará si Francia continúa en su anacronismo de no COMUNICARSE con sus clientes?

Supongamos pues que todo sigue igual. Francia sigue haciendo excelentes vinos, igual que España, Italia, Chile. Pero únicamente la industria francesa se niega a COMUNICARSE: las etiquetas iguales, siguen sin montar webs. ¿Qué pasará en 20 o 30 años?

En ese escenario, la industria francesa del vino tiene dos opciones. Y sólo dos. Una, adaptarse a las presiones competitivas de la industria. Dos, esperar a que dentro de esos 20 o 30 años llegue un Don Quijote, ya no de La Mancha sino de Cote de Nuits, y enseñe al mundo, para que éste deje de ser menos ignorante y más culto en lo que toca a los vinos franceses.

La tradición está en el bueno vino, no en las etiquetas. Y ya ni siquiera encontramos tradición en el vino mismo: está en el suelo, en el terruño, en el terroir. De nuevo, Francia tiene todo que ganar. Y nada que perder si se adapta. Quizá pierda media docena de consumidores que se inmolarán al ver la tradición (¿o el anacronismo?)ensangrentada en una etiqueta Crozes Hermitage -- Syrah. O la industria se decide a comunicarse con sus clientes, o muere. Porque no le será suficiente ofrecer vino a un grupo de cultos y leídos.

Saludos.