Sí, si hay alguna rareza también me cuesta, aunque no haya sido especialmente

Sí, si hay alguna rareza también me cuesta, aunque no haya sido especialmente cara. El último así que recuerdo es una cariñena vieja que compré de carambola en una cata. Me costó abrirlo, cuando lo hice me encantó, y cuando intenté contactar con el distribuidor que lo había vendido ni siquiera contestó a dos mensajes que le envié. Son esas botellas que sabes que para ti son prácticamente únicas, ya sea porque son realmente raras o por las circunstancias.