Château Belair Premier Grand Cru Classé 1999
Château Belair Premier Grand Cru Classé 1999
FICHA TÉCNICA
Bodega
Château Belair
D.O./Zona
Pais:
Francia
Tipo de Vino:
Tinto
Crianza:
Con crianza
Graduación (vol):
12,50%
Precio aproximado
Precio Aprox:
De 50 a 99,9 €
PUNTUACIÓN
Nota de cata NOTA MEDIA:
9.5
/
98
Nota de cata CALIDAD-PRECIO:
8,5
Opiniones de Château Belair Premier Grand Cru Classé
OPINIONES
2

Después de "enamorarme" de este vino debido a una nota de cata (y a una oferta bastante jugosa), me decido a hacerme con una botella.... Gracias Aurelio!!!!!!!!!!

La botella es más simple que el mecanismo de un botijo, con una etiqueta sencilla y clásica.

Al abrirla el corcho está bastante bañado, a un dedo de la cápsula se ha quedado. Al abrirla ya me llegan aromas de aceitunas negras y vainilla que me han acompañado en toda la cata.

Ahora, a la hora de meterme en harina, sé que aún me falta mucha experiencia y vinos por catar hasta llegar al nivel de los cracks del foro y sacar todas las características de este gran vino, pero me tiro a la piscina y escribo mi experiencia.

En copa se presenta con un color rojo cereza, de capa media y ribete atejado, brillante, limpio, con una lágrima densa, abundante (como las que me cayeron al acabar la botella).

En nariz aparecen esos aromas a aceituna negra, pero de fondo se nota vainilla y va creciendo la paleta de olores con notas de cuero, fruta en licor, trufa, sotobosque, champiñón, fruta roja muy muy madura, toques de pimienta, balsámicos muy tenues, cobertura de chocolate.... Buffff, una barbaridad. De lo mejorcito que me he podido llevar a la nariz sino lo mejor...

En boca es pura seda, sabroso, largo, con unos taninos pulidos, buena acidez, regaliz, cocholate negro (muy negro), esa fruta en licor....

Y te lo vuelves a llevar a la nariz, para repetir todo el ritual. No te cansas de hacerlo, hasta que se acaba la botella :(

Un vinazo con todas las letras el que pude disfrutar, muy rico en aromas (y sé que se me han escapado muchísimos detalles) y que, tal y como decía Aurelio, acompaño de lujo un queso de cabra con el que apuré la botella mientras mi mujer y el nene hacían la siesta.

Hecho para disfrutar, para relajarte... Hecho para enamorar!

Tengo la noche "tonta".

Busco algo para abrir en la bodega y, como no me decido, husmeo en un estante de esos que uno olvida por el desinterés que le provoca lo que hay en él, y me fijo en este Saint-Émilion Gran Cru. Me sorprende verlo ahí. ¿Lo he puesto yo?... ¿Quién si no?. Me pregunto de dónde habrá salido, intento recordar, pero no, no tengo referencias de él, y un poco con desgana (confieso que mis experiencias con tintos franceses por lo general no han sido muy satisfactorias) y otro con curiosidad, me decido a abrirla. Imagino que es nada del "otro jueves" porque en caso contrario recordaría su procedencia.

Al ir a descorcharlo veo negro, negro el tapón por su parte superior. Una vez abierto compruebo con alegría que, entre la zona superior ennegrecida y la inferior, con la mancha de vino muy avanzada, queda una mínima franjita incólume, limpia, no afectada por el paso del tiempo.

En la copa observo un bonito rubí con menisco ligeramente asalmonado (¡buena señal!) de capa media.

No lo decanto, y en nariz el primer golpe me devuelve al pesimismo, pues lo dan los aromas de reducción. Uy, uy , uy... Agito la copa y poco a poco la reducción va tornándose en bosque umbrío, trufa... Ya encuentro por ahí un tapenade muy intereante.... ¿Y esa flor? ¡Violeta!. El tabaco rubio perfumando el ambiente, ese cuero inglés... Emerge por fin la fruta, pero en forma de licor, de licor de guindas. Y la vainilla siempre ahí, ¿de fondo? ¿o de superficie?. En todo caso, omnipresente la vainilla.

No me canso de nariz. Agitar, nariz, agitar, nariz.

Me cuesta llevármelo a la boca. Me decido... y mis papilas se ven inundadas por algo suave, pulido, aterciopelado, en fin todos esos sinónimos que usamos para definir esa extraordinaria sensación táctil… Qué elegancia. Al paso, sutil, lento, delgado… deja notas vegetales, quizás pimiento confitado, alguna tímida cerecilla y una ponderada acidez. Sale con educación, pero con parsimonia.

Me quedo una ratín disfrutando de su ausencia y me vienen a la cabeza palabras como armonía, equilibrio, sosiego, madurez...

Termino la botella con un queso extraordinaro, un lingote cremoso de cabra de Guadarrama, La Cabezuela. ¡Qué buena pareja y qué dolor cuando murieron!

Decido buscar en internet dónde comprar alguna botellita más de esta maravilla de vino y cuál es mi sorpresa al descubrir que su precio supera holgadamente lo que yo estimaba, sorpresa que, por otro lado me llena de fatuo orgullo y pienso: "Claro, si es que tal como estaba este vino no podía ser de otra manera..."

¿Pero de dónde ha salido? ¿Pero qué alma generosa me habrá regalado esta joyita? Porque yo, desde luego no he pagado eso por él, lo recordaría. ¿Algún lote sorpresa de Verema años ha…? ¿O quizás algún viaje a Andorra cuando este Chateau Belair era un imberbe y coincidió con algún tendero que estaba de buen humor?

Me empieza a gustar la versión rubí de Francia...

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