Ciertos regalos son inolvidables e imposibles de separar de quien los regala...
Desde que abres la botella hasta que la acabas, tienes la sensación de estar en otro mundo, en un mundo que reina una perfecta sinfonía de aromas y sabores, donde se mezcla cerebro y corazón, razón y sentimientos…
Presenta un brillante rojo picota de intensidad media-alta. Muy glicérico, con una fina lágrima que se desliza lentamente, tiñendo sutilmente la copa.
En nariz es un vino fragante y estructurado, presenta un intenso aroma a frutos del bosque: frambuesas, grosellas, moras; acompañado de toques balsámicos y unas notas de cacao, que te invita constantemente a que metas la nariz en la copa, una vez y otra vez, y otra vez más…
Cuando entra en boca, te envuelve, como si fuera terciopelo, invade todo el paladar, acariciándolo. Presenta una frescura elocuente, y es sabroso y carnoso a la vez. Posee un gran cuerpo, que te abruma, pero a la vez resulta amable. Sigue la deliciosa fruta presente en boca con unos taninos perfectamente integrados, un fino tostado y un punto a especias. De final largo y persistente. No te cansas de beberlo, es más, necesitas seguir deleitándote con su elegancia y equilibrio. Tiene la finura del roble francés y la vigorosidad del roble americano, resultando intenso, fluido, elegante y sedoso.
Desde la primera gota hasta la última, este caldo resultó un “regalo” para los sentidos…
Gracias con el corazón, desde mi cerebro….
Ciertos regalos son inolvidables e imposibles de separar de quien los regala...
Tu lo has dicho...los regalos son siempre con el corazón, por eso nuestro cerebro lo sabe y lo acepta...
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