Pues eso. Chateau Cheval Blanc no pondría su nombre en un casino. ¿O sí? Yo no lo creo.
Pero eso mismo, per se, no hace 'bueno' a este vino. Como tampoco lo hace malo, per se, que una bodega como Terrazas de los Andes, que de plano se ha pasado al 'lado oscuro', sea quien maneja el otro 50% de la sociedad. En mi opinión, es eso, el nombre de Terrazas, el lastre que ha arrastrado este vino. Pura percepción, y nada más que percepción.
Si este vino lo hubiera catado a ciegas, me hubiera impresionado todavía más. Decantado varias horas. Lejos de ser una bazuka tutti frutti, es de una elegancia desprovista de adornos superfluos. Su fruta negra es abundante y se mezcla con una sólida presencia mineral, cedro, tostados muy suaves, nuez moscada, tabaco curado y lilas. En boca es redondo, poderoso, extractado y tánico pero hace gala de un balance sobresaliente, y de hecho se carga más hacia la austeridad que hacia el virtuosismo. No le he encontrado una "arista", una "punta". Se bebe de maravilla, pero es difícil de interpretar porque, como digo, renuncia a la explosión de megatones frutales y en lugar de eso ofrece una luz de luna que obliga a meditar.
Bueno, me corrijo: sí que tiene un defecto, y se llama 92 CHF en Zurich (unos 63 euros). Hay que amar más a este vino que a Maradona para pagar eso.