El cuarto gran blanco español que merece unirse al reducido club de los otros "ases": Remelluri, Chivite 125 y el selección de añada de Pazo de señorans. ¿Y por qué? Por su cálida vocación mediterranea matizada por una frescura que lo contiene y lo hace más grande, por su sugestiva originalidad dentro del panorama de los blancos españoles y, lo más importante, porque sencillamente está delicioso.
Asomar la nariz a la copa es trasladarse a un monte que recién escampa y toparse con una brisa que sabe a melocotón maduro, y a pera y a manzana asada. También es vérselas con un ramo de jazmines y de rosas blancas y de un sinfín de hierbas aromáticas. Es boca es tan untuoso como limpio, con una acidez que refresca e incita al siguiente trago. Es largo, envolvente, complejo y, lo mejor de todo, muy elegante. Mira sin complejos a los grandes blancos del norte y, sobre todo, del sur del Ródano.
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