Burdeos maduro. Todo en su justa medida, cambiante en un primer momento, después se asienta. Profundo y complejo pero al mismo tiempo muy fácil de beber. No hay poso, hay acidez y sensaciones de frescura. Tan sólo 12.5º y una capa baja. Todo fluye ordenadamente. Grafito, balsámicos y mentolados, intercalada fruta roja y negra que sólo percibimos cuando lo tenemos un tiempo en la boca, cueros que no derivan en toques animales, hojarasca y humedad de la buena. Discreta madera vieja que sólo es un elemento más. Largura sin estridencias, paso que podríamos definir como delgado, pero sin debilidad y sin salirse del camino. Lo esperado en un Pauillac de elaboración clásica con más de veinte años a sus espaldas. El discreto encanto de la burguesía. Esto es el vino.
Picota intenso, ribete púrpura, capa alta.
Aromas algo cerrados inicialmente, pero que con la oxigenación en copa van ganando en intensidad y complejidad. De muy marcada expresión frutal, -fruta negra del bosque fresca, ciruelas negras-, toques de regaliz, y un muy, muy sutil deje avainillado.
En boca es seco, sabroso, pletórico, con taninos presentes pero muy agradables, jugosos. Buena acidez. Con corpulencia y, a la vez elegancia. Paso muy frutal, con algo de madera. Buen conjunto, pero aún por reunir sus partes en un todo más armónico. Se nota una gran materia y un buen trabajo. Final largo y muy buena persistencia. Aún tiene que encontrar su lugar en el mundo...
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