La cosecha del 96 de este vino estuvo marcada por los contrastes climáticos, lo que provocó una madurez excepcional. Sin duda, nos encontramos ante un champagne difícil de olvidar a aquellos que lo caten (al margen de que Parker le haya dado la mayor puntuación en su guía que jamás haya dado a un champagne :-)).
Con un color amarillo pálido que apenas demuestra su relativamente larga crianza, es un vino que destaca por su potencia, buena acidez y gran equilibrio. En nariz no va sobrado de matices (tal vez lo caté algo bajo de temperatura) aunque destaca enormente la frescura y las notas cítricas típicas de la chardonnay. Pero, amigo, la boca es algo excepcional: notas cítricas, frutas blancas (pera) y amarillas (melocotón), especiado (vainilla, pimienta), lácticas (mantequilla),...Pero, sobre todo, su persistencia es lo que más te llama la atención, es largo, largo y largo que parece que esté cargado con pilas duracell. En el postgusto te tiras los 20-30 segundos largos recordando el paso por boca (tal vez producido por la Pinot Noir, con mucho más cuerpo). De verdad, buenísimo. Por una vez, y que no sirva de precedente, coincido con el gran gurú.
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