Precioso picota de capa media con ribete todavía muy subido de tonalidad. Limpio y brillante. Sorprenden el tamaño inmenso y la esponjosidad de los corchos de este productor.

Abierto y expresivo desde el principio, la intensidad aromática es brutal, aun cuando la copa se termina sigue oliendo a vino. Tratándose incluso de un 2004, los registros predominantes son los primarios, pudiéndose detectar mucha fruta negra pero también roja. Además, regaliz, betún, especias mentoladas, un levísimo matiz terciario, madera vieja y muchas piedras.

La boca es salvaje. Conserva toda la garra, con un tanino poderoso, un alcohol muy contenido, una acidez superlativa y una barrica vieja que acompaña pero que en ningún caso se adueña del protagonismo. Tiene un toque goloso bien entendido y apabulla la calidad de su materia prima.

Postgusto infinito.

Uno de esos vinos con los que se te enciende la bombilla. Hace una semana me bebí un 97 que estaba caído y en diciembre de 2016 compartimos otra magnífica botella del 75, quizá más compleja que ésta pero con menor fuerza, prestancia y magia. Cortesía de mi querido amigo Enrique “Jones”. ¡Muchas gracias!