El contemporaneo Mounir Souma, que ya forma parte de la leyenda viva de Borgoña, en esta ocasión su selección de parcelas ofrece un cru, menos fino y sútil que el sinónimo de Mugnier en añada y viñedo, pues pude disfrutar de los dos en la misma mesa, pero mucho más demostrativo y con potencia que su compañero de mesa.
La nariz expresa más las especias, sobretodo pimienta negra, cueros y piel animal, quizás debido a la elección de tonelería y tostado de la barrica diferentes.
La boca tiene una entrada sedosa, con retrogusto mineral, sabroso y de plenitud en boca, un tanino que envuelve el paladar, muy persistente. Su postgusto es leñoso, denota extracción, viñas viejas, tanino noble, pero al mismo tiempo fino y suave al paladar, delicada acidez. También vuelve al final, una retronasal de aromas de frutos secos tostados y torrefactos, tanto avellanas como cacaos y granos de café, más contundentes.
Son conceptos básicos, soy consciente, pero es la expresión de los mismos, la clave para visualizar un vino destacable en todos esos puntos clave, y la sensación en el paladar eso si, no se puede expresar con palabras, hay que probarlo, si conoces borgoña, te gusta, y si no la conoces te encanta.
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