Por fin vamos a abrir esta botella que esperaba como agua de Mayo. Se trata de un Barolo de la excelente añada de 1967 y de la prestigiosa bodega Giacomo Borgogno. Las historias de Italia y de Borgogno se entrelazan desde hace mucho tiempo. Remontándonos a 1861, cuando Italia se estableció como el país que conocemos hoy en día, el vino Barolo Borgogno fue el elegido para brindar en la celebración oficial de la unificación. Luego, en 1886, fue el vino seleccionado para honrar la visita oficial a Italia de Nicolás II Romanov, zar de Rusia.
Pero vamos al tema. La botella es una preciosidad, de color marrón café con su escudo de armas grabado en el cuello (en relieve) sobre el que se lee la palabra "Borgogno" arriba y "Barolo" abajo. Con una bonita etiqueta de fondo blanco con letras góticas en negro y rojo de aspecto vetusto. El corcho conseguimos sacarlo de una pieza con el abridor de lamas aunque no sin esfuerzo. Dejamos respirar esta reliquia por 4 horas y media antes de su cata y servimos a 18°C pese a que en la etiqueta recomendaba su consumo de 20 a 22°C:

VISUAL: Presenta un color rojizo rubí algo atejado con tonalidades ocres, sin diferencia con el ribete. Muy brillante y sin precipitados (90).

OLFATIVA: A copa parada es imponente. Después de haber perfumado toda la habitación encontramos aromas a coulis de frambuesa y unos finos recuerdos a bosque umbrío. Al movimiento se muestra pletórico, multidimensional con notas de hojarasca húmeda, fúngicos de tartufo bianco, monte bajo, orégano, romero, hierbaluisa...algo memorable. También surgen especiados de canela, pimienta y fenogreco, aromas de regaliz, balsámicos de eucalipto, notas animales, sangre, pelo de caza, para terminar con elegantes apuntes terciarios: cuero curtido, tabaco de pipa y delicados tostados de la barrica. Una nariz estratosférica, inolvidable tanto en complejidad como en intensidad (97).

GUSTATIVA: Y en boca... Mama mía!!!. Qué ataque!, te hace despertar del letargo con esos 13.5 grados alcohólicos. Es opulento, brioso y descarado, de una amplitud abismal y con una acidez que intimida. Los taninos están increíblemente presentes constituyendo las sólidas bases de su titánica estructura, pétreo, de excepcional personalidad. En retronasal percibimos un puntito mineral de arcilla húmeda, recuerdos a guindas en licor y de nuevo notas terciarias que evocan la madera. La persistencia es de casi cinco minutos, nunca había visto nada igual.
Por fin he encontrado un Barolo digno de merecer todas las alabanzas que se le atribuyen al mito. Está entero, con un cuerpo imponente y pletórico de vida. Ya puedo confirmar que los Barolos son vinos de guarda, un 67 que parece un chaval, alucinante!. Pero es que además estoy totalmente convencido que este vino nos entierra a todos, no le veo el final, con esa acidez y esa tanicidad puede aguantar unas cuantas décadas en plena forma, inmutable y esplendoroso.
Por fin, después de mi primera experiencia nefasta con estos vinos (estuvo conservado en pésimas condiciones) he encontrado la piedra filosofal, un Barolo de los que esperaba, un monstruo de la enología. Qué contento estoy de haber catado esta joya, me siento realmente un privilegiado y doy gracias por ello. Realmente es algo diferente, único porque en esa potencia en un vino de 1967 es algo que descoloca, a caballo entre un reserva de Toro y un Rioja gran reserva del 70.
Tal y como me vaticinó mi querido amigo Gondorff y usando sus palabras literales..."pude tocar el cielo y ver a todos los querubines, serafines, ángeles y arcángeles tocando el arpa",..je,je...(98).

La RCP fue excelente pese a pagar 49 eurazos por esta botella, los vale... ya lo creo que los vale.

Para tan exclusiva ocasión preparamos pasta: unos tagliatele al funghi porcini con rúcula y parmesano. Un maridaje fantástico, aromas fúngicos jugando al gato y al ratón, las notas de la rúcula en armonía con los recuerdos a monte bajo y por encima de todo la contundencia de nuestro Barolo domesticando al parmesano más pintado. Cómo disfrutamos de esta experiencia itálica. De verdad que nunca olvidaré este vinazo. Salute amici e Forza Italia!!

Rojo guinda con un sorprendente ribete anaranjado (que no teja). Limpio y brillante. Capa muy baja. Etiqueta en perfecto estado de conservación, el corcho se ha volatilizado al abrirlo.
Comienza muy cerrado con unos elevados toques de acidez volátil, el pegamento lo tapa todo. Esperamos y aireamos y poco a poco van haciendo acto de presencia las endrinas, los anisados, el monte bajo, la humedad, el fósforo y la hojarasca. Detectamos menor cantidad de terciarios que en otras botellas bebidas anteriormente.
Boca delgada y vertical. Conserva mucha acidez y pese a tratarse de un vino de casi cincuenta años de edad, lo notamos tánico y alcohólico, con muy mala leche.
Postgusto de inmenso recorrido que deja recuerdos licorosos.
De un gran productor y de una gran añada, sólo cabe esperar un gran resultado. No nos equivocamos. Estos barolos son eternos.

Preciosa botella original (no re-encorchada) de una muy buena añada en la zona.

Color ocre anaranjado sobre tonos rubíes, bastante limpio y sin apenas sedimento, aun con buena capa, no aparenta los 45 años largos que tiene.

Nariz clásica de estos viejos vinos, con esas notas “sucias” iniciales (establo) que evolucionan a notas de caza y pelo mojado. Cambiante todo el tiempo, va abriendo a tonos terciarios de una gama distinta (especiados, cueros), apareciendo también un apunte balsámico. Intenso y muy complejo.

En boca tiene garra en el ataque, con un paso de boca sedoso y muy elegante, fluido y aún bastante fresco, muy terciario (pimienta negra, madera vieja), tonos terrosos y apuntes de fruta licorosa, con un final muy largo y de gran calidad.

Qué gran Barolo clásico!

Parafraseando al amigo Eugenio “es el otoño en una copa”.