Restaurante La Tasquita de Enfrente en Madrid
Restaurante La Tasquita de Enfrente
País:
España
Provincia:
Localidad:
Zona:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
55,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Cierra:
Domingos y lunes
Nota de cata PRECIO MEDIO:
87 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
6.4
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
6.2
Comida COMIDA
8.1
Precio medio entorno ENTORNO
5.2
RCP CALIDAD-PRECIO
5.6
Opiniones de La Tasquita de Enfrente
OPINIONES
21

Teníamos ganas de probar La Tasquita de Enfrente desde hace bastante tiempo, pero teníamos algunas reticencias a tenor de lo leído por ahí. En primer lugar la ubicación del restaurante, ya que según algunos comentarios parecía que era un ejercicio de temeridad adentrarse por la calle Ballesta, con tanta prostituta, drogadicto y camello que no te quitan ojo. Y en segundo lugar teníamos la duda de si no sería uno de esos restaurantes “peculiares”, que se ponen de moda por su aire “canalla”, con su dueño y su sumiller “particulares”, los precios desorbitados, y en los que sólo te tratan bien si eres conocido de la casa o famosote.
Afortunadamente nada de esto fue como temíamos. Vamos por partes:

Ubicación: desde luego, no es la mejor zona de Madrid, pero se encuentra a 30 segundos escasos, andando, de la Gran Vía madrileña. Sí, vimos alguna prostituta, pero en ningún momento sentimos el más mínimo peligro.

Local: la entrada, con unas lucecitas rojas (muy acorde con el ambiente), presagiaban lo peor. Nada más entrar, una barra y los cuadros en las paredes con las corbatas que recuerdan la profesión anterior del dueño. El comedor es una sala pequeña, con apenas 8 mesas bastante juntas, y muy ruidosa. Decoración escasa, con cuadros peculiares, objetos desperdigados (un sombrero que les dejó Sabina, etc), colores cálidos. Aspecto de lo que es: una tasca. Eso sí, mesas bien vestidas y buena vajilla y cubertería. A pesar de todo, resulta acogedor (al menos para nosotros).

Atención: nada más llegar nos atiende el dueño/cocinero, nos da la bienvenida y nos dice que estamos en nuestra casa y que nos sentemos en cualquiera de las mesas para dos que estén vacías. Luego él mismo nos toma la comanda y pasa varias veces a preguntar cómo va la cena. El resto del personal, algo más irregular, con camareros amabilísimos y otros un poco menos cercanos, pero sin malas caras en ningún momento.

La cocina: en la Tasquita hay carta, que se puede encontrar en su página web, pero como los productos los eligen según lo que se encuentra diariamente en el mercado, no te la dan, sino que te recitan las especialidades del día (sin dar precios, por lo que el sablazo final es una incógnita). Si quieres probar varias cosas te ponen un menú degustación que cuesta 65 euros. Fue nuestra opción.

La cocina de la Tasquita está basada en dos pilares: uno, el producto, siempre de la mejor calidad; y dos, elaboraciones sencillas, con algún toque que las hace distintas (y, a veces, memorables).

Lo que tomamos:

Aperitivo: Morcilla con calabaza (que suavizaba mucho el plato aunque no le resta sabor), para untar en una especie de focaccia. Muy rico.

Entrantes (4):
-Almejas de la Ría de Arousa: de tamaño enorme, textura y sabor perfectos, simplemente hechas a la sartén con una salsa de mojar pan. Espectaculares.
-La famosa Ensaladilla con erizos frescos: un clásico de la casa, que convierte una ensaladilla normal, bien ligada, pero sin más, en un plato delicioso al cubrirlas con los erizos., aportando el sabor marino intenso y su gelatinosidad. Imprescindible.
-Guiso de cardo, que estaba perfectamente limpio que llegó con una consistencia difícil de conseguir.
-Las primeras Colmenillas de la temporada con una crema de foie y nata, extraordinarias.
Principales (2):
-Raya a la mantequilla, gelatinosa, suculenta, con un sabor intenso. Muy buena.
-Cocochas de bacalao (dispuesta en los bordes del plato), con un pilpil en el centro. Muy buenas, nada grasientas, con un buen rebozado.
Postres (2):
-Natillas con calabaza: como la ensaladilla, una manera de convertir un plato normal en algo distinto y riquísimo, sin desvirtuar la esencia.
-Bavar con crema de galleta María: bueno, pero llegamos llenos a él y no pudimos disfrutarlo tanto como quizás merecía.

Carta de vinos larga, con grandes referencias de vinos espumoso, especialmente vinos de pequeños productores difíciles de encontrar, a un precio moderado.

Dos Menús de mercado (65 E. c/u), una botella de champán André Cluet Grand Reserve, una botella de agua y dos cafés (a los que nos invitaron), aproximadamente 165 euros.

No es barato, desde luego, pero tanto el tipo de productos (almejas, cocochas de bacalao, colmenillas, erizos), y por supuesto, la calidad de los mismos, hay que pagarlas (de hecho, hemos tomado menús degustación por ese precio y superiores, donde los productos estrella han sido sardinas y carrilleras de cerdo).

LO QUE MÁS NOS GUSTÓ
-La calidad de los productos y la sencillez con la que son tratados, encontrando casi siempre ese toque que hace a los platos subir al escalón de excelentes.
-La carta de vinos, con buena selección y precios accesibles.
-El ambiente agradable que se respira en la sala y la atención del dueño.

LO QUE MENOS NOS GUSTÓ

-La ubicación del restaurante, aunque, desde luego, no es esa especie de Bronx (del antiguo Bronx), que nos imaginábamos.
-Las lucecillas rojas de la entrada.
-Cierto aire destartalado de la zona de la barra.
-Sería de agradecer que te dijeran los precios de los platos cuando te cantan la carta.

Es la carta con más nivel de producto que conocemos.
Puro lujo y pura calidad.
Almejas gallegas enormes, quisquillas de Motril con sus huevas azules, pulpitos del Mediterráneo (no esos chinos que nos dieron el otro día en un famoso restaurante), trufa con cardo y alcachofa, angulas (frescas) con huevos fritos, probamos la raya a la mantequilla negra, la lamprea (excelsa) y terminamos con una becada. De postre, su panacotta con trufa y su falsa torrija.
Comida para sibaritas en el restaurante más especial de Madrid.
Y el precio fantástico si sabes entender la calidad que dan y sobre todo, si lo comparas con lo que te dan por ahí.
Para repetir sin ninguna duda si es que encontramos mesa, que cada vez está más difícil...

Cocina de producto muy lograda. Para empezar unas copas de Andre Clouet pues no tienen cavas (¿y para qué si el champan del aperitivo es ese?).
Seguimos con medias raciones servidas en plato individual y con cambio de cubiertos en cada una de ellas que fueron:
-Sopa de ajo con un sabor suave y muy espesa, la mejor que he probado nunca.
-Ensaladilla “rusa” con erizos (con sabor a ensaladilla de verdad y no sólo a patata).
-Croquetas de cangrejo y carabineros (muy ricas, con mucho sabor a marisco).
-Cocochas con una ligera salsa de ajo.
-Huevo Frito con angulas y un picadillo de guindilla muy suave (espectacular, sin palabras)
-Morrillo de salmón (que sería mejor llamar careta pues no tiene nada que ver con el de atún). Este no me gustó poco sabor y un paladar muy gelatinoso.
De plato fuerte ventresca y en realidad fue un plato algo flojo (normalita de sabor, escaso en cantidad y demasiado hecha).
De postre panacota con trufa negra; aquí me equivoqué pues soy goloso y no es dulce pero sin embargo probamos una increíble interpretación de la torrija de la que no vimos “obligados” a repetir.
La persona que ejerce de somelier nos atendió con mucha amabilidad y acertó con nuestra petición de probar algo con cuerpo y novedoso. Nos recomendó un vino sudafricano de nombre impronunciable (Boekenhoutskloof) que acompañaba perfectamente al festín descrito. El servicio consiste en descorche y dar a probar.
Por último cafés y licores. El único pero es que la carta es “cantada” y el precio se nos descontroló un tanto (creo que por culpa de las angulas que eran frescas) pero en cualquier caso disfrutamos mucho con una gran comida (por tamaño y calidad). Local pequeño pero acogedor.

Casi de acuerdo con los comentarios anteriores.
Producto inmejorable aunque puede ser que falta originalidad en la presentación y elaboración.
Aun así se disfruta muhísimo y el local aunque pequeño a nosotros nos resyultó bastante acogedor.
Gambas rojas,almejas,amanitas,raya y carrillera de primer nivel.
En definitiva un restaurante peculiar que merece la pena ser visitado.

Qué gambas rojas! Qué almejas gallegas! qué ensaladilla con carabineros, qué callos, qué guisantes lágrima con espardeñas...!!! Qué lujazo de restaurante en esta calle tan canalla, ahora pleno triball. Para no perdérselo y además, a un precio imbatible para el nivel de calidad que ofrecen. No hay otro en Madrid (aunque ya empiezan a copiarles...)Juanjo y Mercedes: Seguid así.

Magnífico producto tratado con mimo y un gusto excelente: zamburiñas, morrillo de salmón (no lo había probado nunca, estupendo), tiradito de atún, carrilleras de ibérico (muy melosas, de deshacerse en la boca), ensaladilla rusa con erizo (qué gran combinación de sabores), huevo con patata y trufa (otro gran plato)... La lástima es que el local no está a la altura, es pequeño y muy ruidoso. El servicio, en líneas generales, amable y simpático, a excepción de un estirado, antipático y soberbio sumiller que facilmente puede aguarte la fiesta a la que te descuides y te dejes intimidar. El precio no es barato, ni mucho menos, pero el producto es de gran calidad. Para resumir, disfruté con el producto y su trato, pero la experiencia en global no me transmitió esa emoción que busco -y a veces encuentro- en lugares similares. La satisfacción no fue del todo completa.

Buen restaurante, pequeño, en una calle de lo más especial que choca con sus propuestas gastronómicas, todas de un gran nivel, con una cocina hecha con delicadeza y calidad. Grandes productos y muy buena materia prima. El ambiente es informal. Un sitio a tener en cuenta en Madrid.

Decepcionante visita.
Local pequeño, muy ruidoso, las conversaciones resuenan en todo el local, esta situado en un mal entorno sobre todo por la noche.
Carta leída, sin precios. La comida bien realizada, destacan algunos platos en las entradas, los segundos al menos ese día eran clásicos sin ninguna mención especial, las raciones son MUY pequeñas, las entradas presentadas al centro en pequeños platos para compartir (excepto el chipirón, emplatando uno para cada comensal), bien los postres, el surtido de quesos trufados, cansa tanta trufa.
El servicio poco profesional e inexperto (nos pasamos casi toda la cena sin agua).
En los vinos no acertamos con un par de blancos que elegimos (Riesling y Gewürztraminer) la persona que hace de sumiller tampoco supo aconsejarnos, un buen servicio del vino no es solo que te cambien las copas cuando lo haces con el vino, unas veces te servias tu (las mas) y otras el, no se nos ofreció ningún vino para el postre, estuvimos molestos con su servicio, en algunos momentos incluso fue prepotente, cosa que nos molesto hasta casi el final de la cena, cuando suavizo su actitud.
La cena fue servida en 1 hora+postres, RCP mala, no volveremos.

Fantástico restaurante, pequeño, con una cocina tratada con muchísimo cuidado. Grandes productos y superlativa materia prima de la mano de Juanjo, ese ex-director general de una empresa de seguros (de ahí las corbatas de la entrada)convertido en cocinero sibarita, con la ayuda de su mujer, Mercedes, que cuenta los platos, como diría ella, de forma muy divertida. El ambiente es distendido e informal, la calle, de lo más especial y por eso quizá choca con sus propuestas, todas de un gran nivel (ensalada de ostras, espardenyas, angulas frescas con huevo frito, trufa melanosporum (en carpaccio o directamente la trufa entera envuelta en ibérico y en papillotte), grandes pescados, wagyu -kobe-, becada...) Un sitio imprescindible, de los que teníamos que poder encontrar más en Madrid y además, a un precio muy bueno para la calidad que dan.

Antigua tienda de corbatas, hoy convertida en restaurante. Interesante propuesta gastronómica con algunos aspectos favorables y otros que no lo son tanto. Empezaré por éstos últimos.
Primero el lugar y su entorno. La calle Ballesta de Madrid no es precisamente un sitio agradable para pasear, sobre todo si es por la noche. Y segundo su carta. La desconozco. Una señorita, muy amable, nos fue relatando los platos que esa noche podíamos degustar. Nunca me ha gustado esto. Sobre todo porque como los precios no te los dicen, al final, cuando llega la cuenta, ésta siempre resulta un tanto elevada.
Respecto a sus aspectos positivos, fundamentalmente tengo que nombrar la comida, excelente. Como platos fuertes pedimos carne de toro (para chuparse los dedos) y lubina salvaje (la mejor que he probado hasta ahora).
Para beber nos dejamos aconsejar por la casa. Bebimos un Spiga crianza 2002. Muy bueno. Vino moderno. Nada de madera.
En conjunto recomiendo su visita y por favor, que enseñen la carta (con precios).

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