Gran producto y sencillez

Teníamos ganas de probar La Tasquita de Enfrente desde hace bastante tiempo, pero teníamos algunas reticencias a tenor de lo leído por ahí. En primer lugar la ubicación del restaurante, ya que según algunos comentarios parecía que era un ejercicio de temeridad adentrarse por la calle Ballesta, con tanta prostituta, drogadicto y camello que no te quitan ojo. Y en segundo lugar teníamos la duda de si no sería uno de esos restaurantes “peculiares”, que se ponen de moda por su aire “canalla”, con su dueño y su sumiller “particulares”, los precios desorbitados, y en los que sólo te tratan bien si eres conocido de la casa o famosote.
Afortunadamente nada de esto fue como temíamos. Vamos por partes:

Ubicación: desde luego, no es la mejor zona de Madrid, pero se encuentra a 30 segundos escasos, andando, de la Gran Vía madrileña. Sí, vimos alguna prostituta, pero en ningún momento sentimos el más mínimo peligro.

Local: la entrada, con unas lucecitas rojas (muy acorde con el ambiente), presagiaban lo peor. Nada más entrar, una barra y los cuadros en las paredes con las corbatas que recuerdan la profesión anterior del dueño. El comedor es una sala pequeña, con apenas 8 mesas bastante juntas, y muy ruidosa. Decoración escasa, con cuadros peculiares, objetos desperdigados (un sombrero que les dejó Sabina, etc), colores cálidos. Aspecto de lo que es: una tasca. Eso sí, mesas bien vestidas y buena vajilla y cubertería. A pesar de todo, resulta acogedor (al menos para nosotros).

Atención: nada más llegar nos atiende el dueño/cocinero, nos da la bienvenida y nos dice que estamos en nuestra casa y que nos sentemos en cualquiera de las mesas para dos que estén vacías. Luego él mismo nos toma la comanda y pasa varias veces a preguntar cómo va la cena. El resto del personal, algo más irregular, con camareros amabilísimos y otros un poco menos cercanos, pero sin malas caras en ningún momento.

La cocina: en la Tasquita hay carta, que se puede encontrar en su página web, pero como los productos los eligen según lo que se encuentra diariamente en el mercado, no te la dan, sino que te recitan las especialidades del día (sin dar precios, por lo que el sablazo final es una incógnita). Si quieres probar varias cosas te ponen un menú degustación que cuesta 65 euros. Fue nuestra opción.

La cocina de la Tasquita está basada en dos pilares: uno, el producto, siempre de la mejor calidad; y dos, elaboraciones sencillas, con algún toque que las hace distintas (y, a veces, memorables).

Lo que tomamos:

Aperitivo: Morcilla con calabaza (que suavizaba mucho el plato aunque no le resta sabor), para untar en una especie de focaccia. Muy rico.

Entrantes (4):
-Almejas de la Ría de Arousa: de tamaño enorme, textura y sabor perfectos, simplemente hechas a la sartén con una salsa de mojar pan. Espectaculares.
-La famosa Ensaladilla con erizos frescos: un clásico de la casa, que convierte una ensaladilla normal, bien ligada, pero sin más, en un plato delicioso al cubrirlas con los erizos., aportando el sabor marino intenso y su gelatinosidad. Imprescindible.
-Guiso de cardo, que estaba perfectamente limpio que llegó con una consistencia difícil de conseguir.
-Las primeras Colmenillas de la temporada con una crema de foie y nata, extraordinarias.
Principales (2):
-Raya a la mantequilla, gelatinosa, suculenta, con un sabor intenso. Muy buena.
-Cocochas de bacalao (dispuesta en los bordes del plato), con un pilpil en el centro. Muy buenas, nada grasientas, con un buen rebozado.
Postres (2):
-Natillas con calabaza: como la ensaladilla, una manera de convertir un plato normal en algo distinto y riquísimo, sin desvirtuar la esencia.
-Bavar con crema de galleta María: bueno, pero llegamos llenos a él y no pudimos disfrutarlo tanto como quizás merecía.

Carta de vinos larga, con grandes referencias de vinos espumoso, especialmente vinos de pequeños productores difíciles de encontrar, a un precio moderado.

Dos Menús de mercado (65 E. c/u), una botella de champán André Cluet Grand Reserve, una botella de agua y dos cafés (a los que nos invitaron), aproximadamente 165 euros.

No es barato, desde luego, pero tanto el tipo de productos (almejas, cocochas de bacalao, colmenillas, erizos), y por supuesto, la calidad de los mismos, hay que pagarlas (de hecho, hemos tomado menús degustación por ese precio y superiores, donde los productos estrella han sido sardinas y carrilleras de cerdo).

LO QUE MÁS NOS GUSTÓ
-La calidad de los productos y la sencillez con la que son tratados, encontrando casi siempre ese toque que hace a los platos subir al escalón de excelentes.
-La carta de vinos, con buena selección y precios accesibles.
-El ambiente agradable que se respira en la sala y la atención del dueño.

LO QUE MENOS NOS GUSTÓ

-La ubicación del restaurante, aunque, desde luego, no es esa especie de Bronx (del antiguo Bronx), que nos imaginábamos.
-Las lucecillas rojas de la entrada.
-Cierto aire destartalado de la zona de la barra.
-Sería de agradecer que te dijeran los precios de los platos cuando te cantan la carta.

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