La verdad es que he ido varias veces a este restaurante, pero hoy es la primera vez que me decido a escribir.
Esta semana he comido en el restaurante El Alto. Eramos tres personas y elegimos un menú que consistió en unos entrantes de atún marinado (me pareció muy bueno, tanto por la textura como por el sabor) y morcilla de sepia (de morcilla tenía la apariencia, pero de sabor no sabía ni a sepia ni a nada, coincidiendo los tres comensales en que no nos gustó).
De plato principal tenía el menú un arroz meloso marinero que me pareció pobre de sabor, además de ir escaso de marisco y tropezones.
De postre nos sirvieron las torrijas con helado que me pareció lo mejor del menú con diferencia (soy un asiduo de este postre, ya que siempre que voy lo pido).
El vino lo elegimos nosotros y nos lo sirvieron de forma excelente. La verdad es que el servicio fue magnífico: siempre atento y nada empalagoso. Muchos restaurantes deberían aprender a este respecto de la organización de El Alto (el servicio nunca me ha defraudado).
Del entorno nada que decir, ya que para mí es el local más bonito de Valencia.
Como última reflexión decir que me pareció que, respecto de anteriores ocasiones, la cocina ha perdido calidad, sin que sirva de excusa la crisis, más cuando la oferta culinaria se reduce a ofrecer tres menús sin poder salirnos de los mismos, lo que reduce mucho el riesgo de la cocina.
El precio fue de 55 € por comensal, lo que no me hubiera parecido caro si la comida hubiera sido acorde.
Después de repasar la lista de locales y menús participantes en esta nueva edición de Valencia Cuina Oberta, me decidí por El ALTO DE COLON, otro de los tops de la gastronomía de nuestra ciudad.
El entorno es espectacular, no siempre se come en el ático del modernista MERCADO DE COLON. Sus grandes ventanales aportan gran luminosidad y sus techos abovedados están decorados con impresionantes azulejos.
El local dispone de 10 mesas perfectamente separadas y vestidas, además de un servicio sobresaliente.
EL MENU
Tartar de atún rojo con crema de aguacate
Canelón de arrós amb fesols i naps
Arroz meloso de sepia y hongos
Brownie con helado de fresa y palomitas
Todo los platos a buen nivel pero me quedo con los dos entrantes: El tartar de un fresquísimo y delicado atún. Y uno de los platos históricos de Quique Barella, el canelón..... acompañado de un chupito de su caldo. Francamente bueno y original. Un plato de autor.
El arroz correcto, últimamente proliferan mucho los melosos frente a los secos y estoy un poco saturado en este sentido.
El postre sorprende con una sopita con sabor a palomitas.
Para beber ante la tesitura de pedir una botella de blanco que no íbamos a terminar, el sumilier muy profesional y amable nos ofreció descorchar una botella de Albariño de la carta y tomarlo por copas a 3e.
Para mí un menú no tan trabajado o completo como otros que he probado en C.O. pero si tenemos en cuenta que diariamente lo comido más un aperitivo cuesta 35e hay que reconocer el esfuerzo para llegar al precio de 20e. No dispone de carta y tiene un menú de 6 platos históricos a 55e. A partir de la semana que viene bajan precios y es que la crisis afecta a todos por igual aunque solo dispongan de 10 mesas.
En cuanto al servicio ya digo que sobresaliente: Jefe de Sala atento, amable y cercano, el sumilier ya comentado y dos camareros también de nota. Podrían dar un curso itinerante por muchos locales valencianos.
Por último que pena que un mercado así esté tan desaprovechado, el sótano donde están los locales que merecen la pena y el restaurante Bamboo de Colón da una sensación de desamparo y vació importante que no se entiende.
Yo seguiré acudiendo a VLC Cuina Oberta, aún me quedan por descubrir locales como RIFF, ASKUA, ALEJANDRO DEL TORO... y es que hay que buscar la profesionalidad en este certamén que sigue con muchos altibajos como se puede leer en diversas crónicas dado que parece que hay locales que pretenden hacer el "agosto" cuando no están preparados para atender la demanda que se genera.
Arroz meloso
canelón de arrós amb fesols y naps.
Sala de el Alto de Colón
Local que parece sugerir un “no para cualquiera”…
Una exclusividad que se muestra ya en el acceso, vía ascensor, desde un discreto rincón de la planta calle del Mercado de Colón. A la salida del ascensor te recibe ya un camarero que te acompaña hasta la mesa.
Dado que está en el “altillo” del mercado, tiene una luz primorosa, inundando de esa deliciosa atmósfera mediterránea a toda la sala.
Impecable en cuanto a instalaciones, mesas, cubertería, cristalería, mantelería.
Cocina de mercado con vocación creativa.
Se han adaptado a los tiempos que corren y han reestructurado la carta, adelgazándola notablemente, de modo que las opciones son:
a.- Menú, con tres posibilidades (“De trabajo”, 35€; “Degustación”, 49€; “Gastronómico”, 69€)
b.- Una exigua carta, “Nuestros clásicos de siempre”, que solo contempla 6 platos, todos a 55€.
Nos decidimos por el menú corto, pero incorporándole un plato extra de la carta. Así quedó la cosa:
• Sardina ahumada con tartar de tomate valenciano y polvo de aceituna. Muy rica, me encanta la sardina ahumada, que en esta ocasión estaba estupenda. Quizás un plato ya muy visto. Nos ha dado ahora en Valencia por la sardina ahumada…
• Turrón de foie con cremoso de orejones y crujiente de almendra. Estamos en las mismas. Nada que objetar, al contrario, en todo caso habría que alabarlo porque estaba muy bien ejecutado. Pero tampoco sorprende ya a estas alturas.
• Atún a baja temperatura con emulsión de olivas y helado de pan. Continuamos con la tendencia. El atún estaba espectacular pero… nada nuevo bajo el sol.
• Navaja de buceo con estofado de pata de ternera y aire de lima. Aquí, sí. Aquí la cocina el El Alto de Colón alcanzó su clímax. Extraordinaria creación, con una navaja soberbia que descansaba en una cama de pata de ternera que se asemejaba, por su potencia textura y viscosidad, a unos callos… La combinación, de matrícula de honor. Esa ligereza, frescura y jugosidad del mar en forma de navaja, contrastada por esa fiereza, profundidad y solidez de la tierra en forma de callos… Guau! Y sin olvidarnos de la espuma de lima que hacía de correa de transmisión.
• Nuestro arroz meloso marinero. Un buen arroz. Era en realidad como un arroz negro, en su versión melosa. Copiosa ración. Lo malo es que en pleno julio, a mediodía y en Valencia… estos melosos potentes te dejan roto. Parecen más adecuados para el invierno.
• Coca en llanda. Un postre muy correcto.
Selecta carta de vinos, bien servidos y tratados con mano experta. De principio a fin acompañamos el almuerzo con ese sobresaliente cava valenciano llamado Tantum Ergo Rosé.
Servicio serio, bregado, muy profesional.
Un lugar en el que destaca el entorno por su privilegiada ubicación y la dotación antes comentada. Sin embargo me siento obligado a penalizar el apartado de entorno por la enorme incomodidad que supone que los servicios los tengas dos plantas más abajo, en otro restaurante de la cadena, y que para llegar a ellos tengas que coger el ascensor. Esta circunstancia le priva del “10”.
En cuanto a la cocina, mi subjetiva opinión, que arranca de la búsqueda continua de sorpresas, novedades… pues no las encontré (aunque por supuesto encontré calidad)… Bueno, miento: ¿como que no las encontré?. Sí lo hice, y de qué manera, con un solo plato. Mencionar en este apartado una versión de esa manida frase de que “un restaurante es grande si te llevas de él un plato para recordar”. Me lo llevo. Me llevo esa Navaja de buceo con estofado de pata de ternera y aire de lima. Y eso le hace subir un peldaño en la valoción del apartado "Comida".
Recomiendo este restaurante para ocasiones especiales. Tiene ese indiscutible punto chic, acompañado de una buena cocina… que te hace quedar bien lleves a quien lleves.
P.D.: ni pongo precio ni valoro la RCP porque fui invitado.
Nueva visita a uno de los que considero referentes de la joven gastronomía en Valencia con la excusa de probar alguno de los menús de degustación que, desde hace muy pocas semanas, sustituyen a la carta, como respuesta y posicionamiento frente a la difícil situación que nos tiene acorralados. Pero que, no por ello, abandona, ni por asomo, su personalidad, ni su creatividad, los dos grandes rasgos que caracterizan a su chef, Quique Barella.
La oferta actual se condensa en 4 menús cerrados, con un amplio espectro de contenidos y precios. Desde el menú diario de trabajo (35€) y el menú de degustación (49 €), hasta el menú gastronómico (69€). Y, cómo no, no podía faltar un menú que aglutinase sus creaciones más conocidas, bajo la denominación de “nuestros clásicos de siempre” (55€). En conjunto, podríamos decir que estamos ante un laborioso equilibrio entre la pasión por la cocina como medio de expresión de un carácter propio y la obligada adaptación al entorno, ajustando la rentabilidad, sin que ello implique perder identidad.
Como habitualmente, un vermut rojo y un martini blanco seco para tomar asiento y disponernos a comenzar la velada, mientras ojeábamos las distintas propuestas.
A la espera de nuestra decisión por el menú a elegir, Quique nos regaló la experiencia de probar su Dry tomate, un divertido ejercicio de recreación del clásico dry Martini, pero con la incorporación del tomate y su esencia como elemento protagonista de este original y delicioso cóctel.
Esta noche optamos por el menú de “nuestros clásicos de siempre”, compuesto por 3 de sus aplaudidos entrantes, dos platos principales, pescado y carne, y uno de sus postres más exitosos de siempre.
El primer entrante fue un atún a baja temperatura con emulsión de olivas y helado de pan. Una divertida interpretación y puesta en escena del clásico “bocadillo de atún con aceitunas” de toda la vida. Una base con puré de aceitunas con aceite sobre la que se incorpora el atún marcado y cocinado a baja temperatura y coronado con el helado de pan, que se fusiona perfectamente, aderezado con pequeños brotes y cuadraditos de pan tostado. La unión de todos ellos en la boca recuerda al clásico bocadillo. Una idea original, de ejecución simple, pero que denota su imaginación, de ahí su éxito.
A continuación, el canelón de arrós amb fesols y naps. Sabor contundente y complejo, pero sin asperezas, que, mezclado en la boca con sorbos del caldo incorporado en un pequeño vasito, recuerda este plato típico de la huerta valenciana.
El tercer entrante fue la navaja de buceo con estofado de pata de ternera. Un “mar y montaña” de unión complicada, pues depende de la apreciación y los gustos de cada uno. Para mí, correcto.
El plato principal de pescado de lonja con crema de coliflor y jugo de crustáceos era esta noche el dentón, pescado habitual de esta zona del mediterráneo. Buen punto de cocción y de ensamblaje con la crema, con un sabor potenciado por el jugo de crustáceos.
La carne para esta noche era cochinillo deshuesado con cremoso de manzana y tomillo, bien ejecutado.
Y finalmente, uno de sus postres más reconocidos, torrijas de horchata con helado de canela. Qué decir de este postre, si hasta los poco golosos reconocen que es espléndido.
El vino elegido fue Impromptu (27€) monovarietal sauvignon blanc, que colaboró correctamente con los platos de la cena. Una cena, imagen de su chef, con el nivel esperado: elevado y con personalidad.
Agradable conversación con Quique Barella al término de la cena, con intercambio de impresiones sobre la triste situación de crisis económica actual, que afecta por supuesto también a la hostelería y la necesidad de adaptarse, para poder seguir ofreciendo una cocina de gran nivel, ajustando la oferta y sus márgenes a la demanda actual.
Este cambio de la carta por los menús cerrados creo que puede ayudar a conseguir 3 objetivos: optimizar y rentabilizar la oferta gastronómica; permitir seguir disfrutando, tanto a los clientes, como a los cocineros de las ideas y creaciones de éstos últimos en un marco contenido; y, por último abrir las puertas, eliminando miedos escénicos, a nuevos comensales, para que gocen de una cocina y un entorno de gran nivel.
Y, como no, mis sinceros respectos al sublime servicio del equipo de sala, que no baja la guardia y es digno de ejemplo y referente para todo quien quiera saber cómo es un servicio perfecto.
Hacía mucho tiempo que no iba a este restaurante. Creo que sobre tres o cuatro años. El motivo es que , la última vez , ni de lejos enamoró. Volvimos con cierto escepticismo, pero , en honor a la verdad , hemos tenido una sorpresa muy agradable.
No creo que deba de comentar su entorno , ya que este tema , esta tratado de sobra en los comentarios anteriores. Mantienen buen nivel de mantelería, cristalería, cubertería y vajilla . Las mesas son muy amplias , con buena separación entre ellas y las sillas son muy cómodas. Excelente iluminación nocturna que proporciona un ambiente muy cálido y acogedor.
Tomamos el menú Tierra consistente en tres entrantes (servidos de forma individual ) y un plato principal a elegir entre Denton o Carrillera, mas postre (49 euros +IVA)
Como aperitivo de la casa ofrecieron una especie de crema de marisco con verduras y tripas de bacalao realmente soberbia, tanto en texturas como en sabor.
De primer entrante Sardina ahumada con Tartar de tomate y sopa de tomate liquido con frutos secos. Original combinación con muy buen contraste de sabores entre la salinidad de la sardina y la acidez del tomate con los tostados de los frutos secos.
De segundo entrante ortigas de mar en tempura con ensalada de brotes tiernos y acompañados de un alga , de la cual lamento no recordar el nombre. Muy buenas las ortigas con un perfecto punto crujiente de la tempura y con sabor pleno de mar , el cual combinaba muy bien con los brotes.
De tercer entrante Atún maridado con helado de pan y una porción pequeña de una especie de crema de aceitunas. Plato soberbio. Atún simplemente perfecto, tanto en sabor , como en textura como en presentación. Combinación , una vez más , muy original y con resultado excelente
De segundos yo probé la Carrillera , plena de sabor , melosa y jugosa. Se acompañó de una crema de patatas violeta que , tal vez , tenía un punto demasiado espeso. En cualquier caso maravillosa la carrillera
Otro comensal tomó el Denton , el cual , siendo de buena calidad, estaba un punto pasado de cocción, lo cual le hizo disminuir bastante el resultado.
De postre Canutillos de membrillo rellenos de queso , acompañados de helado de yogurt. No soy , ni de lejos, un apasionado del membrillo , pero este postre me en cantó, tanto por su originalidad , por la perfecta unión de los sabores. El membrillo estaba rebajado en ese punto y combinaba a la perfección con el queso y el helado. Como resultado final , postre refrescante , con muy sabor y muy original
Buen café con petit fours de calidad (sobre todo la crema de chocolate con aceite de oliva)
Panes de tres tipos (blanco, olivas negras, pipas y maíz) que fue de lo más flojo de la cena.
Carta de vinos amplia , con abundante predominio de los nacionales. Quizás algo corta en blancos y espumosos. Precio irregulares , en algunos casos x 1,5 y , en otros x2. Servicio de vino muy bueno , con envinado y rellenado de copas .
Como dice el comentario anterior de Jb. Gimeno , servicio de sala excepcional. Desde la entrada hasta la despedida, ni un sólo fallo. Amabilidad, cercanía , diligencia y , por encima de todo , profesionalidad. Profesionalidad total y absoluta. No es nada frecuente encontrar salas de este nivel.
Mucho ha cambiado el local desde hace tres años. la cocina es imaginativa, personal, con muy buena materia prima y con unión de productos muy trabajadas y meditadas, dando un alto resultado. Platos bien estructurados , bien cocinados (excepto el Denton) y perfectamente servidos. Con el marco que posee , si se mantienen en esta línea , para mi , sin duda , será un restaurante a frecuentar.
Ambiente intimo, cálido y acogedor. Buena comida (en algunos platos muy buena) y un servicio que roza la perfección........ Motivos más que suficientes para repetir
Fuimos cuatro comensales. El precio es sin vinos y , al menú, hay que añadir , 2 cervezas Altura de Vuelo (3 euros +IVA por cerveza) , un Martini blanco (5 euros+IVA), 1 café solo (1,75 euros+IVA) y dos Gin Tonic de G Wine con tónica 1427 (10 euros +IVA por combinado)
Cena en Alto de Colón, con ocasión de la semana de CUINA OBERTA, como excusa para seguir de cerca la evolución habida durante estos años.
Para el que aún no lo conozca, diré que su ubicación céntrica con muy buenos accesos y ascensor directo desde el parking, y su elegante decoración en blancos, con una arquitectura interior de principios del siglo pasado, lo sitúa entre los más hermosos de la ciudad.
Si tenemos en cuenta que el precio medio de este restaurante se sitúa habitualmente en torno a los 60-80 euros, es innegable que la RCP en Semana de Cuina Oberta, con un precio de 30 euros (sin bebidas), resulta de 10, por la calidad, tanto en cocina, como en sala.
Unos martinis al tomar asiento y en breves minutos empezamos con la cena que, para esta ocasión, consistió en 4 entrantes, pescado, carne y postre.
El primer entrante, moluscos escabechados con jugo de cítricos, presentado en lata, buen inicio con sabor fresco. A continuación, sardina ahumada con jugo de tomates verdes, sabroso. El tercer entrante, huevo a baja temperatura con consomé de ibéricos, el mas flojo de todos (por favor, que acabe ya la moda del huevo a baja temperatura; me recuerda a la moda de las carrilleras o a otras anteriores). Y un último entrante, consistente en un suquet de hígado de rape con patatas, mucho más en la línea de una cocina exquisita.
Llegó el pescado: pescadilla con sopa de hervido valenciano, un plato que me reconcilió aún más con su cocina. Y a continuación, la carne: costilla de ternera sobre una base de manzana verde, buen ensamblaje de sabores. Sólo una pega, de tres servicios de la mesa, en uno de ellos, la porción de carne era notoriamente menos limpia de grasa que en las dos restantes. Un detalle a tener en cuenta, pues es inevitable la comparación, ya que son idénticos platos en la misma mesa.
El postre, un clásico en restaurantes de la ciudad, unas torrijas de horchata con helado de canela. Un guiño a la repostería valenciana.
Tomamos agua (Solán de Cabras -vidrio azul- 5 eur.) y un Terras Gauda 2010 (23 eur.) para acompañar la cena. Blanco sin crianza, con albariño, caiño blanco y loureiro, con notas cítricas destacables y una cremosidad en boca, que lo han convertido en un clásico gallego.
El resultado final de los platos fue gratificante en su conjunto. El menú propuesto por Quique Barella estuvo muy equilibrado, pero acaso un poco falto de riesgo.
Lo que más me satisfizo fue la gran coreografia y exquisitez en el equipo de sala, habílmente dirigido por su responsable, con una profesionalidad digna de ejemplo. Invisible para dar intimidad, pero alerta con los clientes y con una atención personalizada para cada mesa y adaptada al perfil del cliente, como pude comprobar observando sus movimientos en otras mesas. Un equipo de sala digno de ser ejemplo en las escuelas de hostelería.
Sin negar en ningún momento las destacables manos de Quique Barella y su equipo en cocina, ¡qué lujo tener ese equipo de sala!
Prometía el menú del Alto de colón en esta edición de Cuina Oberta, una de las opciones a priori mas interesantes, sobre todo por la diferencia de precio con los menús habituales que tiene este restaurante.
Me ahorraré hablar del entorno, ya que se ha comentado suficientemente en otras reseñas, solamente decir que es
sin duda uno de los restaurantes más bonitos de Valencia.
Esta vez el menú constaba de 4 entrantes, pescado, carne y postre. Un menú muy completo con elaboraciones que rozaron un gran nivel, aunque me gustó especialmente la sardina ahumada con jugo de tomates de verde, la costilla de ternera con ensalada de manzana y la famosa torrija de orcharta con helado de canela.
Decidimos acompañar el menú con la cerveza cruzcampo reserva.
Servicio muy amable y profesional, saliendo todo como debe de salir, algo cada vez más complicado en los restaurantes de nivel.
Todo un lujo poder disfrutar de un restaurante de esta categoría a estos precios.
Demasiado normal para el precio que tiene y el servicio para un restaurante de estas caracteristicas deja un poco que desear creo que estan un poco desbordados, el vino caliente y la comida fria no es una buena combinacion para hacer clientes.
si queremos que siga funcionando la CUINA OBERTA deberian de prestar un poquito de atencion en agradar a todo tipo de público (solemos salir a menudo)...es barato el menú de cuina oberta pero hay que escurrir imaginacion y sabores alegres que para eso se llama COCINA CREATIVA...dos purés en las guarniciones...tres platos de pescado en el menú....torrijas...venga, que seguro que se puede hacer un esfuerzo....el servicio frío, el vino caliente, llegamos sin que no recibiera nadie y nos fuimos exactamente igual....nuestro vino se sirvió en la mesa de al lado...los camareros con ganas de que acabasemos pronto, demasiado standar...los platos de buena ejecución pero con falta de alma.
Certamen Valencia Cuina Oberta. Menú mediodía.
El local sigue siendo atractivo y muy destacable. Es una pena pero éste es el punto fuerte de este restaurante.
Empezamos con una copa de vino blanco de aperitivo mientrás pedíamos la carta de vinos. No nos dieron alternativas y no nos informaron del vino nos servían. Llegó el primer entrante, pero la carta de vinos no. Los que no habíamos terminado con nuestro vino de apertivo (verdejo?) pudimos maridarlo con la lata de clotxinas al natural, plato originalmente servido y muy destacable por su textura como sabor. Y como ya podéis esperar, llegó el segundo entrante, caballa en escabeche con hígado de rape, pero la carta vinos no, éste plato no nos acbó de gustar, escaso, y con falta de integración entre sus ingredientes. Llegó la carta de vinos, que ha mejorado, precios elevados, diversidad de DO's. Optamos por un Bassus Premium 2006 (31€), servido a correcta temperatura. De plato principal arroz de anguila y foie gras con manzana, plato muy destacable, perfecto el punto de cocción del arroz y buen sabor, muy recomendable. De postre una deconstrucción de la coca de llanda con helado. Cafés y petit fours.
Mucho por mejorar.
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