Restaurante Tavella en Beniferri
Restaurante Tavella
País:
España
Provincia:
Localidad:
Cód. Postal:
Vino por copas:
Precio desde:
29,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Cierra:
Domingo noche y lunes
Nota de cata PRECIO MEDIO:
47 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
8.5
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
7.9
Comida COMIDA
8.6
Precio medio entorno ENTORNO
8.9
RCP CALIDAD-PRECIO
8.5
Tavella Restaurant
Paella a leña
Chuleta de vaca vieja de León de 40 días de maduración
Corvina a la brasa de 2,5 Kg
Figatell de Blanc i negre con perona y chipotle
Pulpo a la brasa con patata y algas
Pimiento y berenjena con bacalao
Melón, sandia y sardina ahumada con encurtidos
Pulpo a la brasa con puré de papa arrugá
Menestra de verduras y cecina
Ortiguilla con lechuga de mar
Sandía con tonyina de sorra
Aguachile de corvina
. . .Ensalada de Atún, Taperas, Pebrera (Piparras ó Guindillas), Aros  de Cebolla fresca y tierna y Tomate triturado . . .
Rodaballo a la brasa
Croquetas de bacalao con tomate
Ensaladilla de mejillones
Postre, vino y local
Ventresa a la brasa
Ensalada de ventresca, buñuelos de bacalao y blanco y negro
Chuleta de vaca vieja de León
Rodaballo a la brasa
Canutillos de rabo de toro
Ensalada de ventresca con piparras y táperas
Local
Local
Guiso de Calamares con Habas
Pulpo a la Brasa
Ensalada Valenciana de Atún Marinado
Rodaballo a la brasa
Manitas de cerdo con coliflor
Tomate valenciano, cebolla y atún marinado
Alcachofas con jamón
Buñuelos de bacalao
Postre
Opiniones de Tavella
OPINIONES
40

Mucha ilusión la que teníamos por volver a visitar, en esta ocasión de manera más pausada, la propuesta de Pablo Chirivella en este local de reciente apertura.

El marco es cautivador sobre todo si te identificas con elementos que, como en mi caso, te transportan a las ya muy lejanas tardes de la infancia cuando pasabas horas en casa de tu abuela jugando con cualquier bagatela. El restaurante está ubicado en una remozada alquería del margen noroeste de la ciudad prácticamente engullida por el voraz apetito urbano.

Atmósfera tradicional valenciana que se corresponde en gran medida con la base de oferta gastronómica que propone.

Llegamos pronto y nos tomamos unas cervecitas bien tiradas junto a unas ricas aceitunas partidas mientras esperamos a otra pareja. Tras barajar las opciones nos decidimos por el menú de 32 € que incluía lo siguiente:

Aperitivo:

Crema de Hervido Valenciano. De textura muy suave y algo parca en sabor pero avivada por un toque de chile, tipo chipotle, que le daba el punto de gracia. Pretexto.

Entrantes:

Ensalada Valenciana de Atún Marinado. Sobre una base de tomate rallado y cebollita con un aliño magistral se asentaban los gruesos tacos de atún rojo, que estaban como para volverse loco, rematándolo todo unos frescos brotes. Aquí ya se deja entrever la mano que hay detrás para manejar un gran producto dándole el plus justo y necesario. Confianza.

Pulpo a la Brasa. Descansando sobre un cremoso bien fino de patata estaban cuatro tentáculos con excepcional punto de tersura y ascua. Nueva ración de brotes por encima para aportar frescura acompañados de unos ricos taperots (alcaparrones supongo que sería la traducción) que daban juego en el conjunto. Vuelta de tuerca.

Guiso de Calamares con Habas. Sin dobleces y aprovechando el producto de temporada, con esas habitas tan tiernas que permiten incluir las vainas, nos presenta este plato tradicional y con fundamento con esa reducción soberbia que se logra sin apresurar al guiso. Bárbaro.

El principal a elegir se resolvió pidiendo para compartir entre los cuatro dos raciones de cada opción:

Chuleta de Vaca Gallega a la Brasa. No sé si era rubia, castaña o morena... a mí me gustan todas. Lo importante es que tenía buena maduración y estaba ejecutada perfectamente. Tierna y sabrosa a rabiar. Coqueta.

Rodaballo a la Brasa. Cuando el género que se maneja es de primera el resultado suele ir a la par y este caso no es una excepción. Qué punto gelatinoso, qué finura, qué toque, qué elegancia... Pase y disfrute.

Destacar la brutal generosidad de las raciones de ambos principales.

Como postre un par de tacos de Piña a la brasa y un Ravioli de Piña relleno con un cremoso de coco. No enamoraba ni a nivel visual ni en boca, suponiendo un aspecto a revisar desde mi punto de vista. Corto.

Bebimos agua y una botella de AT Roca Brut Rose D.O. Penedès que entraba divinamente y con correcto servicio del mismo.

Un rico café para terminar e invitación a una mistelita.

Al salir, un pequeño cambio de impresiones con Pablo para recoger la ilusión que depositamos en sus manos al entrar. Al hacerlo la encontré contenta, lustrosa, había sido tratada con mimo, incluso parecía que había engordado algo, su vitalidad era evidente. Dice el folclore que la ilusión mueve montañas pero también dice que de ilusión no se vive. Aquí se percibe una buena senda pues cuidan la que les prestas de manera extraordinaria.

  • Guiso de Calamares con Habas

    Guiso de Calamares con Habas

  • Pulpo a la Brasa

    Pulpo a la Brasa

Parece por el título que esté describiendo la cocina de la abuela que nunca tuve pero este restaurante es así. Todo muy cuidado,tanto el espacio como la comida, y una atención exquisita y nada empalagosa. De 10, chicos de sala!
No voy a describir lo que comí porque los comentarios anteriores lo han hecho perfectamente: crema de bullit, tacos de atún en ensalada ( qué buenos con la piparra),calamares con habitas ( pa´ jartarte de mojar pan), codillo con endivias ( hummmm, qué logrado!) y todo ello con un buen pan. Después rodaballo brasa. No daré más la idem insistiendo en lo en su punto que estaba todo.
Tomé un vino nuevo para mí, Barco del corneta, verdejo que no me empalaga como la verdejo ( sí, sí, ya sé que no sé explicarme muy bien), me gustó, ahora mismo me bebería otra copita.
En fin, sitio para hacerse uno asiduo, si se lo puede permitir.
Otro día probaré los arroces y otro, la carne y otro... lo que sea porque la probabilidad de que lo que salga de esos fogones esté rico es muy alta

Tras ir con amigos y de trabajo, tocaba ya la familia. Mismas sensaciones, incluso reucerdos de haber estado comprando ropa cuando la casa era tienda de ropa. La de vueltas que da la vida.

Mesa ovalada (de la antiguas) para los cuatro en el salón de la chimenea, comedor lleno pese a lo cual el servicio de sala fue tan rápido que en hora y media habiamos terminado de comer. Asombroso. Se nota mucho la experiencia acumulada en sala, que ya hace que la cocina tenga que ir rápido y que no hay falta de bebida, pan ni servicios en las mesas. Buen cambio de platos, cubiertos, copas, etc..

Sobre a mesa unas aceitunas, unos cacaos y unas papas. Un excelente pan de corteza dura y bien horneada. Buen aceite de Masia El Altet.
Menú ejecutivo como elección. Para beber una cerveza de baril y 3 copas de blanco La Estacada 2013 y para los principales un fuera de carta Cerrogallina 2011, una de las mejores bobales desde la tintada lágrima hasta la persistencia final. Por supuesto hace falta hidratarse: agua Cabreiroa a demanda.

Entrantes:
. crema de cocido con su punto de Chile picante para disolver en la crema haciéndola más interesante y simplemente que se note ese recuerdo mexicano. Qué bien sienta esa entrada de calor al estómago.
. ensalada con atún: buenos tacos de atún fresco junto a una ensalada que se eclipsa por la calidad del atún. Mejor que cualquier japo.
. codillo desmigado con endivias: el punto amargo de la verdura mitiga la fuerza y grasas del codillo dejando un plato equilibrado y más como entrante.
. cocochas con alcachofas. Un extra por cortesía de la casa, muy de agradecer porque las cocochas son siempre materia especial. Buen tamaño, buen pil pil (gracias D. Martin Berasategui por enseñar) y unos buenos corazones de alcachofa de contrapunto. Para comerse un pozal.
. aguacate y torrezno: también por cortesía de la casa y dado que somos muy rápidos para comer y las brasas no dan tiempo para todos los comensales, nos traen un entretenimiento: aguacate hecho en forma de espárrago cojonudo (por el tamaño) con un punto de picante (confundí wasabi con Chile verde que era lo que llevaba) y plantados como remeros de la trainera unos torreznos (básicos) formando un estético y sabroso conjunto. Notable.

Principales:
. dos de rodaballo a la brasa: resultó ser medio rodaballo de buen tamaño, hecho en buen punto de fuego; jugoso pese a ser a la brasa, con un poco de buen aceite y no necesita nada más.
. chuletón de ternera para dos: buen punto de carne, aunque tiende a enfriarse demasiado rápido, suficiente ración, tierna pieza con su punto de grasa para potenciar el sabor.

Postre:
. servicio individual en cuenco que contiene dos cortes de piña, pequeña cuña de calabaza asada (poco sabrosa y poco cocida), pequeño bizcocho, lo mejor del conjunto, y una sopa que intenta unir elementos muy dispersos. Acompañamos con un cava Art Roca reserva 2012.

Algunos puntos a mejorar hacia la excelencia pueden ser el tema de postre del menú (muchas cosas dentro del cuenco no significan mejorar el postre). Algo de compañía (en plato aparte) para la carne y el pescado: patatas fritas a lo pobre, lechuga (canónigos o cualquier verdura de ensalada).... algo que te permita cambiar (y contrastar) de sabor entre trozo y trozo de carne (o pescado). Plato caliente para mantener la carne y el pescado y que no pìerdan sensación en boca. Es una opinión.

Un sitio que está creciendo como la espuma en la cocina y en la sala. Cuando el palacio de Congresos funcione a pleno rendimiento y se enteren los visitantes foráneos de que hay buena paella y carnes y pescados a la brasa, será difícil encontrar mesa para comer. Hay que aprovechar ahora.

Caer bien. Una curiosa y popular expresión cuyo origen desconozco pese a haber perdido cierto tiempo en documentarlo o al menos averiguarlo.

¿Y por qué comienzo así y cuál es el motivo de esta inquietud lingüística? Pues porque así terminé mi segunda visita a este recién nacido restaurante, diciéndole a mi familia al salir: “Joé, es que es un sitio que cae bien”. Y esas cosas extrañas que tiene la mente, sobre todo cuando el cuerpo está relajado y satisfecho, me hizo preguntarme: “Caer bien, oye, qué expresión más curiosa, ¿de dónde vendrá?”. Si alguno de los pocos lectores de este comentario lo saben, le ruego encarecidamente que me lo cuente.

Y es que Tavella es un sitio que te cae bien desde que entras por la puerta. ¡Qué digo desde que entras!... Desde que ves esa finca. ¡Qué digo desde que ves esa finca!... Desde que te internas en la simpática y extemporánea pedanía de Beniferri en la que está ubicada. Está a un puñado de metros del moderno Casino Cirsa Valencia. Y sin embargo parece que esté a años luz. ¿Cómo logran estos pequeños reductos mantener cuasi intacta su esencia, su espíritu, su sabor, rodeados por la amenazante gran urbe?

Pues si cae bien al internarte en Beniferri, al ver la finca, al entrar por la puerta… no te digo nada cómo te cae al recibirte el afable y sonriente Pablo Chirivella -alma máter y chef de Tavella- y Jose, su encantador maitre. Calidez, buen rollo, implicación, cariño… Así es imposible que un negocio no funcione.

Se trata de una alquería de 203 años de antigüedad exquisitamente conservada y restaurada, cuya planta calle está ocupada casi en su totalidad por el restaurante (excepto un habitáculo que alberga una boutique de la familia) y cuya planta alta sirve de residencia de “la abuela”, la propietaria de todo el inmueble, nuda propietaria podríamos decir de la mitad del mismo.

Lo primero que huellas al franquear el imponente portón es un delicioso patio interior, amplio y luminoso. Aquí comienzas ya a respirar la mágica atmósfera que te envuelve toda tu estancia. A la izquierda, en alto, una singular cocina vista, con un espectacular juego de brasa-campana extractora. A la derecha, el acceso a las salas.

Salas he dicho, en plural, porque es un conjunto de rinconcitos, de estancias diferenciadas con ambientes cambiantes… Por aquí, la mesa al lado de la chimenea; por allá, un saloncito que hacía de antigua boutique; por acullá, la zona de doble altura presidida por una nostálgica fotografía en blanco y negro de los miembros del Tribunal de las Aguas de principios de siglo pasado, entre los que se encontraba el bisabuelo de Pablo; por acá, una mesa alargada prácticamente apoyada en la antigua cocina… “¿Dónde queréis comer?”… “No sé ¿no podemos en todas las mesas a la vez?”

¿Y aquí qué se come? Pues bien y variado, oiga. Pablo Chirivella es un joven cocinero que atesora una gran formación y acumula vivencias en países como México, algo que, junto a su destreza innata, le capacita para ofrecer muchos registros. De momento, ha debutado homenajeando a la cocina de mercado, permitiéndose pocas licencias de autoría y sacándole un gran partido a la brasa que comentábamos, brasa que adquiere un papel absolutamente estelar en la propuesta actual de Tavella.

No hay carta, existen tres menús con similar esqueleto al que se le van añadiendo platos en función de la opción elegida (de menos a mayor extensión: Tavella, Ejecutivo o Degustación)

Yo iba con mi amigo Dani C, iba de su mano, así que me limité a callar -es una manera de hablar, ya sabéis- y a asentir. Y esto fue lo que desfiló por nuestra mesa, la de la chimenea, en el día de autos (pinchado en el nombre de cada plato podrás ver su fotografía):

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Crema de zanahoria con chile de árbol.
Ensalada de atún rojo con tomate valenciano rallado y piparras.
Pulpo braseado sobre cremoso de patata.
Tuétano.
Rodaballo a la brasa.
Tuétano.
Bizcocho con dulce de leche.

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Notable experiencia culinaria. Un disfrute desde el principio hasta el final. El placer de lo sencillo. Pablo domina las secuencias, el producto, sus combinaciones, la brasa.

La crema de zanahoria rezumaba naturalidad con la chispa de la salsa casera de chile de árbol (mucho se ha traído de México este chef, de momento nos lo enseña con timidez); la ensalada se edificaba sobre unos dados de excelente atún, rojo, pero rojo rojo, con la suavidad de la ralladura de tomate y la alegría de las piparras; el pulpo, braseado, era una locura, pareció al pincharlo que iba a estar duro pero que va, mostraba esa divina tersura, con esa tirantez que hace la mordida “sentida”; el tuétano, una bomba de sabor y de textura, servido como en una barca que era el propio hueso cortado longitudinalmente; el rodaballo, he probado mejores piezas pero no mejor hechas; y el bizcocho, golosón y acariciante.

Si observan la comanda detallada, leerán dos veces la palabra “tuétano”. No, no se trata de un error. Estaba tan bueno y nos produjo tanto placer que pedimos repetir. Nos dijeron que el rodaballo ya estaba en puertas y que no podía esperar a que nos hicieran otro tuétano pues se iba a echar a perder el punto del pescado… y contestamos que no nos importaba, que nos comíamos el rodaballo y que mientras, fueran haciendo otro tuétano. Dios mío, qué locura de bocado. Gracias Pablo por el deleite y por traerme tan buenos recuerdos familiares (mi padre mataba por él).

Los vinos fueron aportados por mi generoso contertulio: un atípico y extraordinario verdejo fuera de la D.O., Barco del Corneta verdejo 2013, y un rioja viejuno de añada legendaria, pura seda, Señorío de Artagán Reserva 1982. Previamente habíamos tomado de aperitivo un genuino La Bota de Fino del Equipo Navazos. Copas de alta gama y correcto trato.

El servicio, comandado por Jose, fenomenal, aunando respeto, cercanía e ilusión. Mucho oficio.

Usualmente se finalizan las notas de valoración de restaurantes con eso de “repetiré”, “no volveré”… y muchas veces los lectores nos fijamos sobre todo en ese final, pues es el que mejor resume la sensación que se ha llevado el valorador. Pues bien, fíjense en este caso: reservé “sobre la marcha”, antes de irme, para dos días después llevar a mi familia. Así de contento salí.

Quédense con eso, señores.

Y con esto: Pablo Chirivella ha caído bien en el universo enogastro valenciano. Le auguro y deseo muchos éxitos.

P.D.: por cierto, que puedo contarles que en esa segunda ocasión comí casi mejor que la primera vez, con unos Calamares en salsa americana y un Bacalao y endivias braseadas en salsa tatemada para el recuerdo.

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Pues se había quedado en el tintero la carne así que fuimos grupo de compañeros a cenar. Al final fuimos once que disfrutamos del local en una cena de grupo que resultó familiar por el ambiente que envuelve el local y por la forma del servicio. Se alargó bastante el final.

Elegimos de vinos el Barco del Corneta 2013 un buen verdejo que comparamos a la vez con un Cullerot 2013 para jugar a encontrar diferencias. Luego rematamos con otra del Corneta. Para los principales hicieron falta 2 de Forcalla.

Un aperitivo de aceitunas y papas caseras. Un buen pan a la brasa con aceite de la Masia El Altet Premium. Agotamos seis botellas de Cabreiroa.

Entrantes.
. crema de zanahorias con el toque pìcante: esta vez algo menos picante para bien general
. habitas con calamares; bien integrados los sabores forman un conjunto muy resultón y sabroso. Éxito.
. codillo con endivias, pimientos de Padrón y tomate: buen punto el codillo. Intenso entrante.

El principal: tras la propaganda hecha de camino al local,casi todos optaron por el pescado a la brasa (rodaballo): excepcional fue el comentario de todos. Opté (junto a otro comensal) por probar la carne a la brasa: ternera gallega muy en su punto, buena ración a compartir entre los dos.

Postre para todos (excepto una petición de fruta -piña-) fue un bizcocho casero con dulce de leche y nata que resultó en el plato menos dulce que en el plato. Además se encontró la última botella de Cordero y Vírgenes 2012, que no resistimos terminar.

Cafés para los noctámbulos y una copita de mistela final.

Una casa tipo masía (alquería) de las buenas casas antiguas que sirvieron de casa de costura y moda durante años y ahora rehabilitada en la planta baja como restaurante con mesas distribuidas por las antiguas habitaciones y salones. Un reservado con mesa para 8 y unos sofás a segunda altura para la sobremesa de cafés y gin tonics o para el aperitivo mientras llegan los comensales; la mayor parte de las mesas está en el salón de la chimenea: otra grande para unos 12 en la antigua cocina (con su banco de mármol y su grifería antigua). Muchos ambientes. En la terraza (por donde se entra, pasas junto al paellero-brasas-barbacoa, donde Pablo se mueve en su medio aunque tampoco falla en la salida a los ruedos de contactar con los clientes.
En sala mucha voluntad y ganas de hacerlo bien aunque a veces se note falta de rodaje que se curtirá con el tiempo. Una carta de comidas por menús y una carta de vinos corta pero más que interesante donde se nota la mano de Pepe (Restaurante Pepico) donde encuentras nombres interesantes de vinos poco frecuentes.

Por teléfono ya encargamos salirnos un poco del corsé del menú para probar su arroz y su pescado a la brasa. A partir de ahí nos dejamos llevar. Cinco para comer tras una deserción en el último momento (necesidad en Ibiza urgente), los habituales de arrocito y algo más, que aquí fué mucho más.

Iniciamos con alguna cerveza de presión y con un tinto contundente muy de moda en el local: El Cordero y Las Vírgenes 2012, poderoso, goloso, intenso; empezamos contundentes. Gran detalle: al abrir la botella se rompió el corcho sin acabar de salir, y se cambió por otra botella.
Entrantes:
. sopa de calabaza y chile: una sopa que desde luego no es lo dulce que esperas de la calabaza, poco intensa, con un punto de picante que debe ser el recuerdo que se trajo el cocinero a su paso por México. Entras en materia rápido entre el vino y el chile.
. ensalada de ventresca con germinados. A sugerencia de la cocina, cambiamos con gusto la ventresca por atún fresco que estaba genial.
. buñuelos de bacalao con germinados de rábano picante: buenos, con su predominio de patata, bien hechos en cocina, muy fáciles de comer.

Una pausa por necesitar agua, Cabreiroa, que observé que las botellas servían las copas que se necesitaban en las mesas sin amo ni dueño. Creo que es mejor ya que entran en el precio del menú. Se acabó el vino y con la velocidad que vamos nos iremos a tres botellas, así que rebajamos un poco la intensidad del vino (y los grados de alcohol) y nos fuimos al sugerente Château Paquita 2013 muy francés de elaboración, suave, 12.5º, amable. Y claro también se acabó más pronto.

. calamarcitos y salteado de habitas. Para comerse un pozal. Bien de fritura, sabrosos, bien de fuego los calamarcitos.
. segunda vuelta de pan y con aceite premium El Altet, con los muchos premios a sus espaldas y me imagino que también de la mano de Pepico.

Un poco de pausa en la cocina mientras llegan los principales, acabaron con la 2º botella, y claro hay que buscar otra y recuperar nivel: Sentada sobre la bestia 2013, más contundencia, más cuerpo, más grados, más fruta.
Los principales.
. pescado a la brasa: aunque había corvina y era una tentación, llevar los deberes hechos hizo decantarnos por el rodaballo recomendado por todos. Un acierto. La corvina lo tenía muy difícil pues el rodaballo estaba en su punto de cocción, jugoso, piel casi quemada pero centro perfecto. Una nube (como diría Asterix) de aceite lo puso perfecto.
. había quien quería repetir, pero es que faltaba la paella que se dejó para el final. Paella de las clásicas de pollo y conejo (abundantes trozos), verdura (un poco más hubiera estado bien), caracoles (a unos les sobraron y a otros nos faltaron con lo que repartimos), pero a todos nos faltó un poco más de sal en el caldo que le diera más contundencia la fondo; el arroz en buen punto y el conjunto se quedó algo frío posiblemente porque ya éramos de los últimos que quedábamos comiendo.

Postre: cuenco de fruta individual con algo de naranja, piña, manzana, calabaza y un toque de dulce de leche. Acompaña por gentileza de la casa, un moscatel Geraldino. Además una copa de ron Savanna para un poco de charreta y arreglar el mundo mundial. Por supuesto cafés, incluidos en el precio.

Un local de opción diferente: paella a leña, pescado y carne) a la brasa, en un local diferente y cerca del palacio de congresos (se puede ir andando) auguran muchas posibilidades. Este domingo estaba con elevada ocupación y acaban de salir al mercado.
Se cobró como menú ejecutivo pero fue un remix de platos muy de agradecer que nos permitió probarlo casi todo, menos la carne que queda para la siguiente visita a no tardar.

El tipo de restaurante creo que ya está descrito en comentarios anteriores: casa de campo de doscientos años, que rezuma tranquilidad, bienestar y a la que hay que agradecer haber mantenido el espíritu de lo que era Valencia, la huerta, antes de la locura del ladrillo.
Nos colocamos en mesa junto a la chimenea (ventajas de ir a 13:30)muy separada de otras y muy calentitos. Nos ofrecen tres menús: uno, el elegido, de tres entrantes, paella y postre, con pan y cafés incluidos (27 €). Hay dos más, de cuatro entrantes, con pescado o carne (creo que 34 €) y, el más completo, pescado y carne (42 €) Los precios son los que recuerdo, igual me voy dos o tres euros.
Dos cerveza y agua; vino recomendado por el camarero: el Cordero y las Vírgenes (28 €) Desde luego últimamente la imaginación de los encargados de marketing de las bodegas valencianas es un tema a estudiar; quizá habría que comprobar que toman en casa... Potente, adecuado a la comida y no transmite al paladar el grado alcohólico que contiene (15º)

Entrantes: crema de puerros, calabacín, nabos y coliflor. Calentita y muy sabrosa; nada o casi nada de patata. Muy bien.
Ensalada de tomate rallado con cebollita y atún: muy bueno el tomate a pesar de la época adversa, y atún de mucha calidad. Luego tres buñuelos de bacalao, que realmente contenían un poco del susodicho y bastante patata revolcona.En todo caso muy buenos.

Al fin el plato estrella, que lo es, LA PAELLA. Y lo es cuando es como ésta. En tantas partes de España y del mundo, y supongo por nuestra culpa, hay una referencia a la paella como plato de relleno, para llenar: un arroz y comes. La paella es un manjar, pero cuando está cocinada como la hace Pablo y algunos otros. Como le dije al salir (me miraba con compasión y supongo, comprensión,al decirle que yo también hacía paellas aunque no me ganaba la vida con ello) es una paella muy equilibrada:lleva de todo pero no predomina el romero, ni el pimentón, ni el tomate. Perfecta de punto y de sabor; y dispuestos a que repitas cuanto quieras.
Postre: tarta/bizcocho aunque yo pedí un poco de queso; tres cafés y pacharán casero (cacharán pasero que me dijo el camarero...un 10 de amabilidad y sencillez)
No cobraron el queso aparte, ni el pacharán.

Resumen: comida magnífica, entorno grato por cuanto nos recuerda lo que somos y lo que hemos sido en Valencia; trato inmejorable. Amabilidad natural y sencilla a raudales. Para volver cuando quieras sentirte bien.

Segunda visita al nuevo local de Pablo. Antes de empezar decir que en la anterior tuve la suerte de comer una auténtica Paella Valenciana cocinada a leña.
Mira que es difícil comer una paella buena en Valencia y más a leña, pues bueno en este Local lo bordan de manera majestuosa y fascinante.
Dicho esto pasemos a la segunda visita.

Uno cuando entra ya se da cuenta que si la cocina acompaña igual que el entorno, triunfo seguro.
Masía enorme, con una decoración de mucha clase y con una historia de casi 200 años, detalles muy antiguos que te traen muchos recuerdos.
Pablo ha vuelto, ya era hora de que tuviera su propio negocio después de sus idas y venidas por el mundo.
Nos reciben con una copa de cava en la terraza, lugar muy agradable para una buena sobremesa desde donde se divisa su cocina con un gran ventanal que deja a la vista todos los que se maquina allí dentro, el olor a la brasa se percibe antes de entrar.
Amplitud entre mesas y un ambiente muy cálido y acogedor, nos aposentaron en la mesa de al lado de la chimenea y fue muy agradable y relajante estar comiendo viendo esas llamas.
Empezamos con unas aceitunas para ir haciendo tiempo y unas cervecitas.
Ensalada de Ventresca con tomate de la huerta y cebolla, así de simple pero así de buenísima.
Buñuelos de bacalao, otra de las delicias de la cocina, plato de tradición valenciana ejecutado con maestría.
La versión de Pablo del Blanc i Negre con habas, para mi es una perdición, ¿cómo esos ingredientes normalmente comidos en el típico bocadillo, pueden ser llevados al plato de esa manera tan exquisita?
Callos a su manera, riquísimos .
Entre tanto nos han sacado pan dejado caer sobre la brasa que se deja comer rápidamente.
Y ahora llega el plato estrella de la jornada.
Rodaballo a la brasa por supuesto, punto de brasa perfecto, sabor exquisito, textura gelatinosa con ese sabor de la brasa que lo hace Majestuoso.
Qué ganas tenía de comer en Valencia un buen pescado a la brasa y este ha sido el mejor que he probado desde hace años.
Postre tarta de almendra y calabaza creo recordar que también estaba muy rica.
Una Botella de Sentada sobre la Bestia y una Botella de Cullerot.
Cafés y copa de Habana 7.
Muy interesante la propuesta de Pablo que estoy seguro de que va a dar mucho que hablar, es un tío muy grande y se merece estar ahí arriba.
Mucha suerte.
Volveremos muy pronto seguro.
Enhorabuena.

La tavella, una verdura esencial en la paella valenciana da nombre a este restaurante ubicado en una preciosa masía en la pedanía de Beniferri de Valencia. La decoración acorde con el entorno. Mesas muy separadas, hay también un reservado junto a la cocina. La carta de vinos es escueta pero la selección está hecha con mucho gusto disponiendo de opciones poco comunes. Buenas copas. La cocina es una cocina centrada en las brasas y en el pescado, además de elaborar paellas a leña. En las 2 ocasiones que he ido he probado su pescado a la brasa, lubina y dorada la primera vez y un impresionante rodaballo la segunda. También he probado la paella (una tradicional, de pollo y conejo) y también muy rica de sabor, como sólo una buena mano y la leña de naranjo pueden hacer… Los entrantes son una combinación de platos tradicionales de la huerta (como su magníficos buñuelos de bacalao) con elaboraciones modernas, como su excelente tartar de atún. Las alchofitas con jamón, que se deshacen en la boca o la sopita de calabaza con la que comenzamos nuestra segunda visita también excepciones. Además, y por encima de todo, Pablo es un tio grande, un currante que disfruta con su trabajo… así que seguro que triunfa con su propuesta, una propuesta –además- que no es fácil encontrar en la ciudad. El precio no incluye vino.

Tras dar varias vueltas por el mundo, Pablo Chirivella vuelve a la terreta e inicia un nuevo proyecto personal, echando raíces en su propia tierra. Y es que de raíces va el tema.
En la casa de sus abuelos abre su nuevo restaurante, una preciosa alquería perfectamente conservada y cuidada por la familia, un escenario que ya predispone a disfrutar al máximo de la cocina que, como no podría ser de otra manera, es de producto, de raíces valencianas, mediterráneas, pero también con el poso de los viajes del cocinero, de su estancia en el País Vasco, del amor por el fuego y la brasa donde se cocina el pescado, la carne y el arroz.
En nuestra primera visita nos dejamos llevar y optamos por un menú degustación de 35€ que incluye el vino, aunque acabamos cambiándolalo y preferimos pagar un poco más y escoger algo de la sorprendente carta.

Empezamos con una ensalada de tomate valenciano, cebolla y atún marinado. Toda una declaración de intenciones: esto es lo que es, sin trampa ni cartón. ¿Cocina honesta? Como lo quieran llamar.

Buñuelos de bacalao, muy ricos, más compactos de lo que solemos encontrar, con buen sabor y textura.

Alcachofas con jamón, nada más y nada menos. Una imagen vale más que mil palabras.

Manitas de cerdo con coliflor, uniendo el sabor dulce de la col con la textura del cerdo. Un plato muy rico.

No soy de comer paella fuera de casa, no me llama la atención ir a comer un plato que en casa se hace tan bien, pero ante la insistencia del camarero, que nos invitó a probarla, además de saber que aquí la paella se hace a leña de naranjo, no tuvimos otro remedio que claudicar. Buenísima, una de las mejores paellas que hemos probado fuera de casa.

Pero a mí lo que me interesaba era volver a comer el pescado a la brasa, algo que es prácticamente imposible en Valencia. Y allí estaba aquel rodaballo imponente esperándome. Perfecto de punto de brasa, de sabor, con esa gelatina que se forma en los bordes…

De postre un bizcocho con dulce de leche y yogur, sin excesos de dulces y perfecto para terminar la gran comilona.

Nos estuvieron enseñando la carne con la que trabajan, que tiene muy buena pinta y a la que no tardaremos en hincarle el diente pero desde luego, el pescado a la brasa es para mí un plus, un punto de diferenciación. Y ojo a esas paellas a leña.

La carta de vinos es muy interesante, buenas referencias de distintos precios y relevante presencia de los espumosos y los blancos, que son los vinos que mejor casan con esta cocina. Servicio amable en todo momento, muy atento y cercano. Cristalería de buena calidad (Schott y Riedel) que acompaña el servicio.

Sin duda volveremos a probar nuevos platos.
Nota para navegantes: Beniferri es una pequeña pedanía que la ciudad engulló, situada frente al Palacio de Congresos. Una de esas pequeñas poblaciones escondidas dentro de la ciudad que sin duda sorprenderán al que se de un paseo tras la comida.

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