Una casa tipo masía (alquería) de las buenas casas antiguas que sirvieron de casa de costura y moda durante años y ahora rehabilitada en la planta baja como restaurante con mesas distribuidas por las antiguas habitaciones y salones. Un reservado con mesa para 8 y unos sofás a segunda altura para la sobremesa de cafés y gin tonics o para el aperitivo mientras llegan los comensales; la mayor parte de las mesas está en el salón de la chimenea: otra grande para unos 12 en la antigua cocina (con su banco de mármol y su grifería antigua). Muchos ambientes. En la terraza (por donde se entra, pasas junto al paellero-brasas-barbacoa, donde Pablo se mueve en su medio aunque tampoco falla en la salida a los ruedos de contactar con los clientes.
En sala mucha voluntad y ganas de hacerlo bien aunque a veces se note falta de rodaje que se curtirá con el tiempo. Una carta de comidas por menús y una carta de vinos corta pero más que interesante donde se nota la mano de Pepe (Restaurante Pepico) donde encuentras nombres interesantes de vinos poco frecuentes.
Por teléfono ya encargamos salirnos un poco del corsé del menú para probar su arroz y su pescado a la brasa. A partir de ahí nos dejamos llevar. Cinco para comer tras una deserción en el último momento (necesidad en Ibiza urgente), los habituales de arrocito y algo más, que aquí fué mucho más.
Iniciamos con alguna cerveza de presión y con un tinto contundente muy de moda en el local: El Cordero y Las Vírgenes 2012, poderoso, goloso, intenso; empezamos contundentes. Gran detalle: al abrir la botella se rompió el corcho sin acabar de salir, y se cambió por otra botella.
Entrantes:
. sopa de calabaza y chile: una sopa que desde luego no es lo dulce que esperas de la calabaza, poco intensa, con un punto de picante que debe ser el recuerdo que se trajo el cocinero a su paso por México. Entras en materia rápido entre el vino y el chile.
. ensalada de ventresca con germinados. A sugerencia de la cocina, cambiamos con gusto la ventresca por atún fresco que estaba genial.
. buñuelos de bacalao con germinados de rábano picante: buenos, con su predominio de patata, bien hechos en cocina, muy fáciles de comer.
Una pausa por necesitar agua, Cabreiroa, que observé que las botellas servían las copas que se necesitaban en las mesas sin amo ni dueño. Creo que es mejor ya que entran en el precio del menú. Se acabó el vino y con la velocidad que vamos nos iremos a tres botellas, así que rebajamos un poco la intensidad del vino (y los grados de alcohol) y nos fuimos al sugerente Château Paquita 2013 muy francés de elaboración, suave, 12.5º, amable. Y claro también se acabó más pronto.
. calamarcitos y salteado de habitas. Para comerse un pozal. Bien de fritura, sabrosos, bien de fuego los calamarcitos.
. segunda vuelta de pan y con aceite premium El Altet, con los muchos premios a sus espaldas y me imagino que también de la mano de Pepico.
Un poco de pausa en la cocina mientras llegan los principales, acabaron con la 2º botella, y claro hay que buscar otra y recuperar nivel: Sentada sobre la bestia 2013, más contundencia, más cuerpo, más grados, más fruta.
Los principales.
. pescado a la brasa: aunque había corvina y era una tentación, llevar los deberes hechos hizo decantarnos por el rodaballo recomendado por todos. Un acierto. La corvina lo tenía muy difícil pues el rodaballo estaba en su punto de cocción, jugoso, piel casi quemada pero centro perfecto. Una nube (como diría Asterix) de aceite lo puso perfecto.
. había quien quería repetir, pero es que faltaba la paella que se dejó para el final. Paella de las clásicas de pollo y conejo (abundantes trozos), verdura (un poco más hubiera estado bien), caracoles (a unos les sobraron y a otros nos faltaron con lo que repartimos), pero a todos nos faltó un poco más de sal en el caldo que le diera más contundencia la fondo; el arroz en buen punto y el conjunto se quedó algo frío posiblemente porque ya éramos de los últimos que quedábamos comiendo.
Postre: cuenco de fruta individual con algo de naranja, piña, manzana, calabaza y un toque de dulce de leche. Acompaña por gentileza de la casa, un moscatel Geraldino. Además una copa de ron Savanna para un poco de charreta y arreglar el mundo mundial. Por supuesto cafés, incluidos en el precio.
Un local de opción diferente: paella a leña, pescado y carne) a la brasa, en un local diferente y cerca del palacio de congresos (se puede ir andando) auguran muchas posibilidades. Este domingo estaba con elevada ocupación y acaban de salir al mercado.
Se cobró como menú ejecutivo pero fue un remix de platos muy de agradecer que nos permitió probarlo casi todo, menos la carne que queda para la siguiente visita a no tardar.