Muy equilibrado y sin excesos aromáticos.

Como colofón a nuestra cena en el restaurante Las Monjas de Cuenca me pedí este whisky de malta que siempre que lo veo, suelo pedir para rematar la cena. Amablemente nos dejaron la botella en la mesa y me lo serví en un vaso con el membrete de Johnnie Walker y dos cubitos de hielo. Vamos con la cata:

VISUAL: Nos muestra un color ambarino de media intensidad, muy cristalino (88).

OLFATIVA: En nariz se muestra pletórico, con aromas frutales a melocotón y albaricoque, florales de lavanda, especiados de vainilla y ahumados a incienso. Al seguir inhalando encontramos recuerdos de las maltas tostadas y delicadas notas de maderas finas, de su crianza en barrica. De una intensidad alta y de una complejidad exquisita (91).

GUSTATIVA: Posee un ataque poderoso y un paso por boca seco y a la vez aterciopelado. Se muestra amplio, con volumen y un tanto alcohólico aunque sin estridencias. Su retronasal es de nuevo frutal y floral con un final que perpetúa los ahumados de la barrica en nuestro paladar. Su persistencia es larga, de unos tres minutos y medio, con un retrogusto dulzón delicioso que incita lujuriosamente al siguiente trago. En definitiva un buen whisky de malta, muy equilibrado y sin excesos aromáticos (92).

La RCP la considero muy buena, pese a rondar los 45 euros estamos ante un whisky de malta delicioso.

Nos lo tomamos acompañado de un agüita con gas autóctona (no mezclada, aparte) que nos ayudaba a rebajar la intensidad alcohólica en boca y a disfrutar de la calidad de sus aromas a cada sorbo.