Las fresas, en busca del aroma perdido
Si en vez de una magdalena mojada en té, Marcel se hubiera desayunado con unas fresas españolas, probablemente el camino de Swann hubiera sido bastante más corto del que nos preparó Proust.
En plena temporada de fresas, una amiga extranjera me decía, qué fresas tan raras, no huelen a fresa. Uno, acostumbrado paulatinamente al devenir desaromatizador de la fruta en general y de las aromáticas fresas en particular, cae entonces en la cuenta. Nuestras fresas apenas tienen aroma a fresa y su sabor oscila entre ácido y más o menos dulce, pero sabor a fresa, bien poquito.
Afortunadamente la ciencia está tomando cartas en el asunto para recuperar el aroma de las fresas. la bióloga Amparo Monfort, desde su laboratorio del Centro de Investigación en Agrigenómica, en Cerdanyola del Vallès (Barcelona), nos lo explica.
“La culpa, una culpa sana, es del consumidor, por querer consumir cualquier tipo de fruta en cualquier época del año. Y también es culpa del obtentor, que ha primado conseguir mayores producciones y obtener frutos de mayor tamaño y más firmes para que aguanten el transporte. Ahora las fresas de Huelva se comen en Alemania”, explica la bióloga. Como resultado, tenemos muchas fresas, muy bonitas y muy resistentes, pero sin aroma.”
Su equipo científico busca fragmentos de ADN de una variedad ancestral de fresa, la Charlotte, para, mediante cruces genéticos, recuperar el aroma de nuestras actuales variedades de fresas.
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Soy flexicarnívoro y a la comida vegana la llamo guarnición