Ana Juan, nueva “Restaurantera”.

El pasado 12 de abril Ana Juan, en Valencia, en el restaurante La Salita, ingresó en la Peña Gastronómica Los Restauranteros.

Para ello José Ruiz -su esposo y padrino en este bello acto- expuso, como es preceptivo, los méritos que atesoraba.

Sin solución de continuidad Ana prestó juramento sobre el calderillo, el presidente la consignó con el cucharón oficial y finalmente fue nombrada oficialmente nueva peñista recibiendo de manos de la secretaria el diploma, la pañoleta y el medallón.

La mencionada lectura de méritos fue un precioso discurso que sorprendió al resto de peñistas por la brillantez del mismo y la fuerte carga emocional que contuvo:

Valencia, noviembre de 1937, en una modesta habitación de un edificio junto al puerto, un cocinero y su familia se guarecen bajo la cama, protegiéndose de los cristales que estallan al caer las bombas. El matrimonio y su recién nacido salen ilesos de aquél percance y deciden volver a su pueblo natal, Albaida, en el interior de la provincia.

Tras vivir de la ayuda familiar y, superada la cruenta guerra, aquél hombre y su esposa deciden abrir un bar. Después de aquél bar vino un restaurante en Ontinyent, población vecina, luego la regencia del único hotel en la plaza (Hotel Comercio). Ahí acabó la vida de aquél cocinero de quien nadie puede asegurar, cómo de lejos hubiera podido llegar. 

Pero su viuda, con tres hijos pequeños, acuciada por la necesidad, emprendió su propio camino haciendo lo único que sabía hacer: cocinar. Primero en el restaurante del Círculo de industriales y luego en su propio bar “El Regio”. Por aquél entonces, el niño de la guerra era un adolescente, el mayor de tres hermanos y padre en funciones a su vez. Ayudó a su madre con dedicación, hizo valer su carácter jovial, su don de gentes. Lo suyo no era la cocina, era la atención al comensal.

Tras unos años de mucho trabajo pero tanta o más felicidad, aquél Bar Regio fue demolido por la apertura de la que hoy es avenida principal de Ontinyent. Entonces, aquél joven ya adulto, casado con una preciosa mujer, con un hijo de 4 años y una niña de meses, vuelve al pueblo de Albaida a montar su primer Bar: El Bar Odón. Este emprendedor de la hostelería, con su mujer y madre en la cocina, daba comidas donde por la noche abría discoteca, la primera que hubo en la comarca en los años 60. Y del bar a un hotel, el que él mismo construyó y donde desarrolló un próspero negocio de banquetes hasta que, sólo 5 años más tarde, perdió la vida en un accidente.

Y fue su viuda, valiente pero  superada por la llevanza de una empresa tal, que mantuvo el negocio hasta que pudo preguntar a sus hijos adolescentes por su interés en seguir con el hotel. Y su hija, quien había vivido qué significa que tus padres no te lleven de vacaciones (porque tienen que trabajar), que no vayan a tu primera función de ballet (porque tienen que trabajar), que no cierran ni en Navidad (porque tienen que trabajar)… contestó: yo voy a estudiar derecho.

Sin embargo, aquella raíz profunda en la restauración, en la gastronomía, jamás ha abandonado a Ana. Por eso, siempre que ve un local vacío ve un posible restaurante y cada vez que acude a un restaurante pregunta quién hay detrás, porque sabe, porque vivió, qué es ser restaurador, qué desgaste conlleva, cuánta ilusión se pone y el gran esfuerzo que se dedica.

Luego tuvo la enorme suerte de toparse conmigo y yo la fortuna de encontrar a alguien que, no sólo comprendía mi pasión por la gastronomía, sino que la compartía… ¿se puede pedir más?

Ana acude desde hace años a los encuentros de Foreros de Verema, para aprender más sobre vino y, ante todo para disfrutar del vino y la comida de otras partes de esta rica España. En estos y otros viajes, ha conocido bodegas en La Rioja, Ribera del Duero, El Priorat, el Penedés, Jumilla, Jerez, Ribeira Sacra o Burdeos y Loira entre otras. La conocí siendo de tinto pero a estas alturas reconoce un buen blanco, disfruta de los espumosos y hasta se atreve con los generosos andaluces…

Como todos los presentes conocéis, escribe en el blog de Vinowine sobre recetas y restaurantes, bodegas o eventos. Además, difunde a través de Facebook los propios artículos y otros temas relacionados, siempre y únicamente, con la gastronomía. Es miembro de la comunidad Verema y, como habréis apreciado a estas alturas, le encanta la fotografía, en especial de los platos que luego son mencionados en el blog.

En casa es Ana quien cocina. Borda un par de arroces y, ante todo, le echa mucha imaginación.  Le gusta experimentar, reproducir platos que ve en restaurantes o de otros cocineros (como nuestro peñista Toni Grimalt). No soporta tirar las sobras, por lo que te las encuentras en la siguiente comida convertidas en algo nuevo y bueno. Nuestro comedor no es muy grande, pero recibe continuamente a los amigos o familia, en grupos de hasta 12, a quienes damos de comer y beber entre los dos, encantados de la vida (si es que la cabra…)

Sabed que nada me cuesta convencerla para salir a comer o a cenar y pensad que en todos y cada uno de los restaurantes que yo tengo comentados en Verema, ella ha estado conmigo.

Por todo lo dicho, peñistas y amigos, propuse a la nieta de aquél cocinero en guerra, para formar parte de este grupo.

Sólo me queda daros las gracias en el nombre de Ana y en el mío propio

Vivan los Restauranteros!!!!!

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Aplausos, más aplausos y alguna lagrimilla inundaron el reservado de La Salita al finalizar estas preciosas palabras que José Ruiz dedicó a su esposa y, ahora también, compañera de la Peña Gastronómica Los Restauranteros.