El vino como entretenimiento y espectáculo.

Es que el vino marida no solo con manjares, sino también con momentos de relajación y evasión mental. En mi caso, el denominador común siempre es el disfrute del momento y del vino, ya sea solo o acompañado.

Para una lectura prefiero un tinto joven, sin complicaciones. Para escuchar buena música, un tinto crianza, rico en matices, que pueda ir saboreando y desgranando. Para estar al aire libre un buen día de sol mediterráneo, un blanco joven bien afrutado. Para una charla en buena compañía pues depende, volvemos a vinos crianza con mucha personalidad (si la conversación es de aquellas metafísicas que todos hemos tenido alguna vez) o a un espumoso bien fresquito (para las trivialidades que tanto entretienen).

Y la lista y los momentos serían infinitos... Todo ello ligado, claro está, con el estado anímico y, seamos sinceros, con los vinos de que dispongamos en casa.

Salut!