Ayer, en las Mantequerías Vicente Castillo de Valencia, recital

De Pepe Mendoza, Pablo Calatayud y Toni Sarrión. ¡Qué gozada! A partir de una primera intervención de Pepe plena de locuacidad, inteligencia y campechanía, qué extraordinaria sonata orquestaron estos tres grandes elaboradores de la Comunidad Valenciana. Aquello no fue una presentación de vinos, ni siquiera de una zona de producción. Aquello fue un acto de honestidad y entrega por lo que uno cree, donde se evidenció un hondo respeto por la Naturaleza y un profundo apego a una tierra y un paisaje. Imposible sintetizar todo lo que aprendimos (cambio climático, peculiaridades de los cultivos mediterráneos, nuevas técnicas de enología ante la carestía de agua, diferentes sistemas de viticultura adaptados al terruño...) y las sensaciones que produjeron los tres maestros en la transmisión de lo que intentan hacer.

Porque, con la humildad y sencillez de los grandes, se puso de manifiesto que, como en todo acto de creación verdadera, lo que ellos van desarrollando son tentativas, que van persiguiendo con su talento y esfuerzo algo que ni siquiera saben si podrán alcanzar un día.

En cuanto a los vinos (Les Alcusses 2005, Maduresa 2004, Estrecho 2004, Santa Rosa 2002, Mestizaje 2005, Finca Terrerazo 2004 y Quincha Corral 2004), qué decir. Para no alargarme, resaltar que, a pesar de que las condiciones de consumo distaban de ser las ideales (por motivos de infraestructura estaban bastante subidos de temperatura y alguno hubiera agradecido un buen jarreo) y que a varios les faltan obviamente unos años de botella, todos mostraron un gran potencial.

Con el debido respeto y a nivel puramente personal, destacaré dos de ellos: el Santa Rosa 2002, en donde se demuestra una vez más lo relativo de la posible calidad o no de la añada; como resaltó Toni, una expresión de la Cabernet Sauvignon de la zona que puede competir en cualquier escenario internacional: serio, profundo, mineral, elegante, largo... magnífico.

Y el Finca Terrerazo 2004; mucho ojo con este vino. Por diversos motivos lo he probado cinco veces en las últimas tres semanas y me ha seducido completamente: qué intensidad aromática, qué nariz más personal y profunda. Y una boca, aunque hace falta botella para que se funda más un tanino aún demasiado firme, sabrosa, plena de aromas y con mucho, mucho carácter. Un vino a seguir y que dará que hablar los próximos años, pero que ya se puede beber muy a gusto. Un vino para comer, pero también para meditar, sobre todo en el lugar y con la compañía adecuados...

Por último, agradecer a Vicente Castillo y a todo su equipo la impecable puesta en escena y la gran calidad de las delicatessen que pudimos degustar.

Lo dicho, amigos, una auténtica gozada.

Saludos.