El problema es que pese a lo que piensan algunos de la mano invisible del

El problema es que pese a lo que piensan algunos de la mano invisible del mercado, la oferta y demanda es un proceso de todo menos transparente, invisible, justo o libre.

Evidentemente aquí que una bodega suba los precios, por más que nos fastidie, no deja de ser sobre un artículo de lujo que consumimos por capricho. Podemos patalear, pero tampoco hay mucha más afectación.

Cuando ya entran viviendas, combustibles, materias primas o alimentos, ya empieza a ser menos divertido. No pretendo sacar un debate económico en un foro de vinos ni mucho menos que nadie me tache de comunista, pero bien es cierto que la oferta y demanda muchas veces no responde a lo que la gente quiere pagar por algo sino a lo que la gente se ve obligada a pagar por. Y la culpa no la tiene siempre el consumidor.

Luego ya está lo que piense cada uno sobre si es legal o moralmente aceptable especular con los productos, sean de primera necesidad o de lujo.

En cualquier caso, mirémoslo por el lado bueno: la subida de precios de ciertos vinos hará que otros productores se interesen en elaborar vinos parecidos. Está pasando con los blancos clásicos riojanos (que estuvieron a punto de desaparecer), los claretes, los buenos vinos naturales (Ganevat ya no se puede pagar, pero hay muchos discípulos), los champagnes de pequeño productor o los jereces.