Pues lo he leído en el último reportaje de Luís Gutierrez del pasado noviembre

Pues lo he leído en el último reportaje de Luís Gutierrez del pasado noviembre, donde unicamente escribe lo siguiente en una nota de cata: 

Unfortunately, these 2020 whites will be the last wines from Laura Lorenzo's project in the Manzaneda zone of Ribeira Sacra, as she's giving up. She didn't even bottle the reds. Sad.

Luego recordé que en el libro de Vinos Libres de Jordi Luque, que por cierto recomiendo encarecidamente, hay un capitulo sobre Laura Lorenzo que creo da algunas pistas de cual ha podido ser el motivo:

En Soutipedre solo hay un banco en la plaza donde cabe un tercio de la población ya que solo hay censados dieciséis habitantes. Manzaneda es un buen ejemplo de la España vaciada: sin apenas servicios ni carreteras. Calles deterioradas y viviendas abandonadas, y aún así, Laura se empeñó en rehabilitar una casa del casco histórico para usarlo como bodega y con gran esfuerzo lo consiguió pese a también muchas trabas administrativas.

Pero el mayor problema son las personas. Laura cuenta que aún pagando sueldos de enólogos a gente que no sabía nada, se le han ido a mitad de vendimia... al final sí encontró dos jóvenes de Manzaneda que trabajaran en el campo aunque me temo que llegaron tarde...

Por tanto, entiendo que para una persona joven como Laura, por mucha pasión que tengas por el vino, no es fácil vivir en estas circunstancias. Esto abre una reflexión sobre la inevitable pérdida de nuestro patrimonio vitivinícola ubicado en zonas que se han ido abandonando por diferentes motivos. No solo basta con que el enólogo y su familia esté dispuesto a vivir en estas localidades, sino que no se encuentra gente para trabajar en el campo o la bodega por lo que los proyectos se vuelven imposibles. Desgraciadamente se está perdiendo el relevo generacional y con ello muchos terruños irán desapareciendo si sigue esta tendencia.