No creo que el mercado USA sea peor que el mercado SPAIN. Es cierto que aquí

No creo que el mercado USA sea peor que el mercado SPAIN. Es cierto que aquí tenemos una tradición histórica mayor, pero me atrevería a decir que en "una encuesta a ciegas" hecha a pie de calle en España, si preguntas cuántas denominaciones españolas conoce el público en general, yo me atrevería a decir que muy pocos entrevistados serán capaces de identificar más quei un par de ellas RIOJA, RIBERA y poco más (quizá RUEDA). Y eso si sólo preguntamos por España, pues si hablamos de vinos extranjeros, muchos menos sabrán que España es el 3er.productor mundial, después de Francia e Italia, y serán incapaces de balbucear más allá de dos denominaciones entre todos ellos.

Queda mucho camino por recorrer, y ésta es una cuestión que no sólo tiene que trabajarse por parte de las denominaciones y de las bodegas. Esa es una labor que nos ocupa a todos, y mucho más a nosotros. Sí, a nosotros, a los "amantes"(¿?) o aficionados del mundo del vino. Nosotros tendríamos que ser sus primeros embajadores. Tendría que hacer lo posible por hacer crecer su cultura (sin aspavientos, sin snobismos, con mensajes claros y sin chorradas), haciendo que nuestros hijos y las personas que se rodean con nosotros descubran un mundo al que nadie les ha abierto los ojos co nanterioridad.

El vino es tradición y es cultura, y ésta -al margen de la lectura de revistas especializadas, de reportajes de quienes nos quieren vender vino (ya sean denominaciones, prescriptores, bodegas, y/o distribuidores)-, se enseña y se aprende día a día, más allá de leerse o ver las fotos de una revista o de un artículo periodístico. O nos empapamos en la cultura del vino en todas sus facetas, o el vino no dejará de ser una bebida, aislada del contexto donde ésta se concibió en su día.

En mi caso yo lo viví así en mi infancia y en mi juventud, lo que me facilitó enormemente la aproximación al mundo del vino y a llegar a amarlo. Mis abuelos bebían vino y los nietos bebíamos vino con gaseosa en el porrón (un traguito, eso sí, y sin ser mayores de edad, por cierto), y sin haber visto jamás a ninguno de ellos embriagados por su consumo. En la época de vendimia pisábamos las uvas, olíamos el mosto. Por las tardes merendábamos pan con vino y azúcar (no siempre) y el vino no era una bebida alcohólica, era una parte más de la comida, era parte de la gastronomía y de la vida cotidiana, y era un alimento más que estaba íntimamente relacionado con la comida, al igual que lo estaba el pan, el aceite, etc... El vino estaba íntimamente relacionado con las reuniones familiares, con la alegría y con el día a día, y sigue estándolo. No había debates sobre taninos, polifenoles, maceraciones intrapeliculares (y eso que muchos de los vinos eran verdaderos vinos de lo que hoy conocemos como "maceración carbónica"), ni se discutía sobre denominaciones. Te podía gustar más el vino tuyo o el del vecino, y aunque la añada hubiera sido mala, hubiera pedrisco, sequía o helada, siempre había un vino (mejor o peor) en la mesa.

Mis hijos (quizá porque yo lo viví), también lo ven como algo cotidiano, y aunque son menores y no lo beben, sí lo huelen, sí distinguen sus olores, e incluso sus variedades, y no sólo en la copa, sino también en la viña, e incluso son capaces de distinguir algunas variedades por sus hojas. Quizá esto sea excesivo y no tengamos que llegar a ese punto (de un modo u otro ellos han tenido más suerte), pero al menos tenemos que ser capaces de trasladar a los demás nuestras inquietudes y alejarnos de postureos y de conocimientos enciclopédicos.

Es tan sencillo como hacer ver a los demás que los vinos son para cualquier momento. Que un blanco fresquito acompaña bien a cualquier aperitivo, e incluso que hay blancos tan complejos que servirían para acompañar casi cualquier plato. Que los espumosos, además de ser refrescantes, son también perfectos en la mesa, y no sólo para brindar o para echárselo por encima cuando gana tu equipo. Que las manzanillas y los finos son vinos con una enorme tradición, que son grandísimos para acompañar el jamón, unas sardinitas o cualquier aperitivo (y no sólo para mezclar en las ferias andaluzas). Que un rosadito es un vino de sed perfecto para cualquier ocasión, y que es tan masculino o femenino como cualquier otro vino (es decir, deberíamos ayudar desmitificar que el rosado o "clarete"-como se llama en mi zona- es un vino para chicas). Que los tintos son hechos con uvavs tintas -e incluso blancas-, y que éstos van más allá de las denominaciones RIOJA o RUEDA, y que son perfectos para cualquier momento. Que la madera, más que una característica de los grandes tintos, es un recipiente donde se cría el vino, y que ésta en lugar de ser una virtud se torna en un defecto si se utiliza en exceso y nos hace perder la perspectiva del vino. También tenemos que ser capaces de reconocer que a veces el vino no es el mejor compañero, ya sea si vamos a conducir (cosa que todos tenemos presente) o si ponemos unas alcachofas en nuestra mesa, momento en el que hay que reconocer que la cerveza o el agua le dan cien mil vueltas al mejor vino.

Por lo tanto, no nos quejemos de lo que no hacemos en casa y no culpemos a los demás por ser ignorantes. Enseñémosles, y hagamos que aprendan. Sólo así consumirán vino y haremos entre todos que las joyas que tienen nuestros productores sean conocidas por todos, y no sólo por cuatro locos que pensamos que estamos en posesión de la verdad... Las denominaciones, los productores, los distribuidores, etc... tienen mucho que hacer, pero ese trabajo no llegará a ningún lado si no se apoya con otro tipo de difusión que sea más permeable.

Perdón si parece un alegato (un poco largo, por cierto), pero es que no veo otra forma de que el vino llegue a nuestras mesas.