Es una pena que las cosas estén así, sobre todo después de los ríos de tinta

Es una pena que las cosas estén así, sobre todo después de los ríos de tinta que se han vertido hablando de este asunto, el problema es que hay muy pocos hosteleros profesionales y que sean capaces de ver un poco más allá de sus narices. Hace muchos años, recuerdo que nos juntábamos varios amigos restauradores y hacíamos excursiones en busca de vinos buenos que pudiésemos envasar con el nombre de la asociación. Lo pasábamos de escándalo y encima conseguíamos unos vinos espectaculares y a precios de chollo. Hasta lanzamos al estrellato alguna bodega de Rioja y Ribera (prefiero no dar nombres porque luego se portaron como cerdos).
El vino de la casa forma parte de su escaparate, como las vajillas, la cristalería o la higiene de sus camareros. A diferencia de lo que opina Comvinart, en París yo he probado vinitos deliciosos que servían de reclamo para los comensales del barrio. Desde que tengo uso de razón y aún antes a través de canciones costumbristas, siempre se ha hablado de ese "petit bleu" que tienen en el bistrot de la calle tal y al que van los parroquianos a opinar cada vez que llega una nueva remesa. Hasta había la costumbre de poner una ramita en la puerta para anunciar la llegada de un nuevo cargamento.
En España ahora se compra el vino que distribuidores de gangas te ofrecen a precio de batalla, sin apenas haberlo probado. Marcas blancas creadas por bodegas fantasmas que trafican lo que el mercado ya no admite a ningún precio. ¿Qué aceite pondrán en sus freídoras?