¡Oleeeeeeeeeeeeeé!

Vino encerrado en una botella bordelesa y vestida con una original y campera etiqueta en la que que sobresale el labalí o ¿jabalina? en la niebla. Buen corcho que permanece muy entero y levemente tintado.
A la vista me encuentro con un vino de color granate picota de capa alta, buena, densa y perezosa lágrima en su deslizar por la copa, a la que tinta. Menisco granatoso.
En nariz frutas negras en sazón y con alta intensidad, madera de su crianza imperceptible, está muy bién integrada. Notas balsámicas y de pimienta negra.
En boca es muy elegante, aterciopelado y con caracter, taninos domándose, equilibrado, frutal, mineral y balsámico. Un vino carnoso y con volumen. Madera en segundo plano. Lo primero: La fruta. Con una presencial acidez que invita a beber y que le dará años de vida. Estupendo y elegante paso de boca. Es un vino muy largo, Me da una permanencia de 3,45 minutos. Me encantó en mayo del 2013 en la Feria de Toro y ahora me vuelve a entusiasmar.

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