Salino y con recuerdos a whisky de malta

Cobre viejo con reflejos grisáceos. Limpio y brillante. Lágrima densa y lenta.
Nariz intensa, profunda y punzante. Descorchamos y el olor inunda la habitación. Piel de manzana verde, mantequilla, pimienta, frutos secos, yodo, desván, humedad, sal marina, plástico quemado... Nos recuerda a un Bowmore o un Lagavulin.
Boca estructurada, grasa y glicérica. Enorme acidez. Acohol muy presente. Cítricos, fruta verde, almendras, fósforo, mar, algas y piedras. Lo hemos tomado con una persona a la que los vinos generosos no le gustan mucho y se ha quedado sin palabras. Recomiendo beberlo un poco más frío de lo habitual.
Final enorme.
Una manzanilla con algún sutil toque oxidativo. Como dice Eugenio, recuerda en nariz a un Islay por su carácter marino y frío.
Mi consejo para aquellos a los que no hayan llegado todavía a este tipo de vinos, es que los tomen con comidas de difícil combinación. Hoy se ha complementado a las mil maravillas con salmón ahumado, Torta del Casar, alcachofas a la brasa, bígaros y pavo en escabeche.

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