Movido por la curiosidad, compro este vino hecho con una uva nada usual por estos lares. La curiosidad queda satisfecha, pero no al mismo nivel de satisfacción que por ejemplo muestra su elaborador; "las botellas de este vino, las dedico a las personas que nunca creyeron en este proyecto. El vino que contienen, a las que siempre lo hicieron..."
Ese proyecto de agricultura ecológica ha salido adelante, ahora falta que el vino también lo haga y tire hacia arriba.
Diferente en parte, como es natural, a los Gewürz habituales salvo por el color dorado y aspecto glicérico ante su movimiento.
Su aroma es corto, pero gana en intensidad y complejidad con la apertura, puede que aumente con unos meses más en botella. Ofrece notas dulces de gominola de plátano y de limón, también un toque mineral de yeso, empireumático (el sol hace mella) y balsámico, con un recuerdo a mistela.
En boca es untuoso, de trago abocado y algo rancio, con acidez moderada que se prolonga gracias al dulzor de su fruta escarchada en el postgusto, y que vuelve a recordar en parte, a una mistela muy, muy suave.
Básica etiqueta, pero con botella borgoña de cierto peso, a la que acompaña tristemente, una cápsula de plástico junto a un raquítico corcho sintético.
Tomado con pastel de puerros, queso azul y ensaladilla rusa.
Entorno a los 7€. Su "rareza" los hace pagables.