De color negro azabache con ribetes yodados, lágrima densa que tinta la copa.
Nariz intensa y compleja, mostrando múltiples capas. Está entre un PX añejo y un viejo moscatel, mostrando cosas de ambos. Fruta escarchada, plátano frito, uvas pasas, especias dulces, canela, vainillas, higos, café en grano tostado, melaza, crema pastelera, caramelo líquido. Su gama aromática se acerca a la del mítico Moscatel Toneles.
En boca es donde nos muestra su radicalidad, un vino sin duda único en el mundo, nada que ver con ningún otro probado. Brutalmente denso y concentrado, son casi 80 años, con un paso lento y de gran desarrollo, deja en el final un marcado recuerdo amargoso, de frutas pasas, especias y sobre todo café en grano. No se notan nada los 190 g/l de azúcar residual, mitigados por su marcado amargor. Larga persistencia.
Un vino distinto a todo, no es ni un PX ni un viejo moscatel, tiene cosas de ambos, sobre todo en nariz pero en boca es distinto, radical, tremendo en su paso y sobre todo en su recuerdo. No es un vino ni mucho menos para todos los públicos, incluso no tenemos claro cómo puntuarlo, pero si podemos decir que nos gusta y que ha sido toda una experiencia probarlo. Es el vino más radical que hemos catado nunca.
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