El jueves pasado caté este vino con unos amigos y salió muy bueno. Hoy he abierto una botella en casa absolutamente sublime.
Sublime por el corcho que ha salido intacto. Sublime por su color, de un rojo todavía muy vivo. Sublime por una nariz que tenía de todo: algo de fruta negra y roja, hojarasca, balsámicos, trufa, pólvora, desván, cueros, sangre, tierra, piedras, humedad... ¡Y qué decir de la boca!, pues que mantenía la tensión, que ha aguantado arriba en todo momento, que ofrecía corpulencia y distinción a partes iguales, que conservaba intacta la acidez, que el paso era sedoso, pero con longitud y pegada y que la paleta, compleja y madura, era al mismo tiempo perfilada y nítida.
Sonará repetitivo, pero vinos como este Ardanza hacen que se te encienda una lucecita y se te dibuje una sonrisa en la cara. Hoy no puntuaré, no hace falta.