A pesar del cambio, este sigue siendo grande

Dorado limpio y brillante.
En nariz no es muy intenso pero sí muy limpio y sobre todo mineral, ahora un poco cerrado pero lleno de profundidad. Notas de frutas de hueso, cítricos, un ligero punto ahumado y lácteo, trazas balsámicas, pero ante todo lo que define este vino es su presencia mineral, realmente encantadora.
En boca es largo, poderoso, potente y estructurado, mucho más de lo que parece, pero la magnífica acidez que le define y su enorme equilibrio entre frescura y grasa le hacen un vino sumamente atractivo pese a su juventud. Final largo y profundo que nos deja recuerdos de frutos secos y minerales, con una buena persistencia.
En 2007 Antoine Jobard toma el testigo de su padre François y tanto las etiquetas como los vinos se hacen más modernos, pero este todavía conserva un poco el estilo de este enorme productor que tanto nos ha gustado. Veremos a donde van en el futuro. Unos 70 euros, caro pero muy bueno.

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