! Que llamen a los artificeros!

Vista. Negro azulado de capa altísima, con ribete cárdeno, estrecho y opaco. Brillante y cargado de micro-materia colorante en suspensión que hace que no se pueda calificar como un vino limpio. La lágrima, ancha y pesada, de caída lenta, deja el cristal literalmente cubierto de color púrpura por donde pasa. Juventud y extracción del hollejo en su máxima expresión.
Nariz. De intensidad alta, predomina sin duda la fruta roja confitada (ciruela, fresa y mora), sin atisbos de sobremaduración, acompañados de ciertas notas lácteas (nata agria) que hacen menos cargante el contenido frutal. Alguna nota mineral (tiza y terracota). Una vez oxigenado y reposada la copa, brota un elegante perfume floral (jara y aliaga) acompasado con toques de pimienta negra y regaliz.
Boca. Entrada seca y bastante fresca, convirtiéndose literalmente en una bomba de futa acídula desde que entra en la boca. Este vino se salta directamente las fases de entrada y paso de boca, dando desde el primer contacto un festival de taninos maduros y bien trabajados que hacen valer su presencia sin molestar ni zaherir las mucosas. Predominio de fresa ácida y ciruela roja. Por retronasal nos vienen notas de una madera muy poco tostada (tabaco rubio y lapicero). Posgusto muy largo con notas lignificadas y un amargor mantenido que despunta excesivamente del conjunto y desvirtúa un potencial buen recuerdo del vino catado.
En conclusión nos encontramos ante un vino de garaje, hecho a capricho pero a su vez siguiendo no sé si de manera intencionada o no, las normas impuestas por la tendencia actual que busca altas puntuaciones en guías y concursos: Extracción brutal, juventud insultante, denso de beber y con un alcohol que supera con creces los 14º. La archiconocida “bomba de fruta”.
Se presenta con una nariz inmejorable que no es correspondida por la fase de boca, donde baja bastantes enteros al encontrarnos con una fruta que, aunque sin atisbos de verdor ni sobremadurez, (no hay pirazinas en la Cabernet ni sobremaduraciones melosas en la monastrell) se superpone al conjunto y no deja expresarse al resto de elementos que deben estar presentes para hacer elegante y equilibrado a un vino.
En mi opinión este vino no debería haber visto la luz hasta dentro de cómo mínimo 9 meses, en los que la botella habrá hecho su trabajo, sin por ello dejar de ser un vino joven y vivo. Quizá entonces se habrá domado algo su bravura tánica y frutal a favor de obtener algo de complejidad gustativa, lográndose una integración y paridad entre los aromas y los sabores, que lo van a convertir en un vino a tener en cuenta en un futuro próximo. Destacar que es su primer año en el mercado y que según he oído las 2.500 botellas producidas en esta añada ya tienen novio. No obstante, creo que el productor debería haber ofrecido un vino más acabado y medianamente afinado en botella (a veces la falta de espacio o la necesidad de liquidez, hacen que los vinos vean la luz antes de tiempo). El vino es bueno, presenta calidad y promete cuando esté terminado.

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