La frescura y el dominio de las sutilezas

Después de la magistral cosecha de 2006 de este vino, de la que, dada la limitadísima producción, pude considerarme afortunado de catar, por fin mi ansiada espera ha dado su fin y he podido ya disfrutar de la degustación de este 2007, recién embotellado ahora. Tuve la enorme suerte de poder catar este vino en plena embriogénesis (https://www.verema.com/blog/akata/2008/06/bodegas-bentomiz-esencia-mineral.html ), en mi recordada visita a Bodegas Bentomiz, cuando aún parte del vino se encontraba en proceso de crianza en barrica. El ensamblaje final que ha dado lugar a este Ariyanas se ha obtenido a partir del coupage de vino con ocho meses totales de crianza y otros vinos sin paso por barrica, procedentes ambos de las variedades Cabernet Sauvignon, Petit Verdot, y la autóctona y felizmente recuperada Romé.

El vino presenta una preciosa visual de color picota violáceo, con los tonos excelsos y vivaces, llenos de luz, de la primera juventud. De capa muy alta, prácticamente opaco, presenta una lágrima abundante, fluida y tintada.

La nariz es muy fragante y ciertamente expresiva, llena de matices. A copa parada, da la sensación de un vino maduro, con notas frutales que sólo hablan de fruta negra madura, ciruela envuelta en apuntes lácteos de yogur, con un viraje tonal hacia las notas licorasas, dulces y profundas, con apuntes de pimiento rojo y un fondo muy sugerente de hojarasca. Cuando la copa se agita y el vino se airea, la plenitud de su juventud aparece con fuerza embriagadora: las notas frutales son ahora más frescas, con arrogante fruta roja imponiendo con brío su perfil refrescante a la vez que maduro, arropada ésta por un fondo envolvente de balsámicos de yerbas del monte, notas florales de violeta y apuntes vegetales, con mucho carácter varietal, que aportan volumen y frescura. Las notas de crianza son muy respetuosas con la esencia frutal de las tres variedades del coupage, y se expresan en forma de sutiles notas ahumadas y especias dulces (vainillas), que confieren cremosidad al perfil fresco del vino. Por último, la esperada esencia de esta bodega, la mineralidad, está una vez más increíblemente patente en este vino: un fondo elegantísimo, de piedra, le concede el aporte mineral que habla en mayúsculas de un terruño fascinante.

En boca, el vino va muy en la línea de la elegancia, podría decir que tiene un corte "preciosista". En el momento actual necesita en mi opinión dos o tres meses de botella para mostrarnos con nitidez ese bonita faz que ya se le vislumbra. Por el momento, su corta estancia en botella hace que la imponente presencia de una Petit Verdot en esencia pura, con ese corte fresco y vibrante, vegetal en la mejor de sus acepciones, aún predomine sobre el conjunto. Sin embargo, ya se adivina con claridad la elegancia de un vino fluido y lleno de sutilezas en boca, con una fruta roja fresca y ligeramente especiada, con puntitas amargosas, envuelta en un frescor vibrante, genuino, que transporta juventud y viveza a raudales.

En definitiva, un vino con una nariz muy interesante, mineral, compleja y fresca y una boca que si bien se muestra ya en la dirección clara de la frescura, las elegancias y las sutilezas, nos va a obligar a tener un poquitín de paciencia para, en unos meses, mostrarnos su cara más amable y franca. Para entonces, volveremos a catarlo...

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