Coupage singular y originalidad

Escasa producción, de apenas 3.000 botellas, para este vino, de etiqueta jovial y moderna, fruto de la mezcolanza original y atrevida de tres variedades de uva de perfiles bien diferentes: Moscatel, Gewurztraminer y Chardonay. Este singular coupage es un valor añadido que da cierto atractivo al vino: la botella se descorcha en una búsqueda impaciente de los aromas que pueden resultar de tan especial ensamblaje.

Visual
El vino presenta tonalidades doradas, pálidas, con moderada intensidad tonal. Muestra la necesaria transparencia y brillantez que cabe esperar en un vino blanco joven, con poco tiempo en botella, y que permiten augurarle ya, de entrada, un perfil fresco y vibrante en boca. Tiene una estampa luminosa y radiante que, unida a una lágrima ciertamente glicérica, acaban de componer un sugerente cuadro visual.

Nariz
La nariz cumple notablemente las expectativas creadas por el conocimiento previo del coupage y las sensaciones aportadas por la fase visual. La Moscatel y la Gewurztraminer aparecen retratadas con franqueza, aunque con una intensidad moderada, desde un principio. Incluso a copa parada, surgen notas muy fragantes y frescas de lichies y pulpa de uva, adornadas con notas frutales algo más genuinas, de manzana verde y pera nashi. Está también presente la gama herbácea, con apuntes de hinojo y algunas puntas anisadas. Por último, la línea floral de la Chardonnay se abre, sutil, en forma de flores blancas de acacia. Queda así compuesta una paleta aromática que destaca por su gran originalidad y un logrado equilibrio aromático.

Boca
En boca, el vino nos depara una nueva e interesante sorpresa en la línea de la originalidad: es ahora la Chardonnay la que tiene la primera palabra y la que nos habla con mayor franqueza. Mucho más intenso que en nariz, tiene un paso por boca en el que destaca, sin duda, una enorme frescura, expresada en forma de una vibrante acidez (como ya anunciaba la fase visual) que, en el momento actual de la cata quizás se muestra ligeramente desintegrada, aunque un tiempo prudente en botella acabará afinando y puliendo esas sensaciones (que, en algún momento, sugieren someras notas cítricas), y seguramente aportando un poco más de cremosidad en la textura de la que ya aporta la Chardonnay. Tiene un final gratamente amargoso, con algunos apuntes salinos, que se prolonga con muy buena longitud.

Armonías
Un pastel de cebolla con base de hojaldre marida a la perfección con este vino, suavizando la acidez que aporta el vino y dotando de una grata cremosidad al conjunto. Se consigue así una armonía equilibrada de sabores y sensaciones, a la vez frescas y cremosas, dulces y saladas, que permiten disfrutar plenamente del plato y del vino.

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