La verdad es un vino maravilloso, que generosamente el buen Daniel compartió con sus amigos/paisanos. Cabe mencionar que no me vi influenciado por la etiqueta, porque tuvo la ocurrencia de llevar la botella envuelta en la sección de tiras cómicas de un periódico local...luego entonces, fue una doble ciega para un servidor y una gran sorpresa cuando se develó el misterio.

Fue decantado unos 45 minutos antes de servirse y en nariz fue toda una explosión terciaria, cueros, hongos porcini, trufas, especias, posteriormente mostraba frutos rojos deshidratados, pero esta nariz era cambiante, cada minuto que pasaba mostraba matices diferentes, me traía loco,,, En boca es como se dice "un puño de hierro con guante de seda", todo potencia pero a la vez elegancia y balance, taninos finísimos y cada sorbo invitaba al siguiente para tratar de descubrir el nuevo matiz que presentaba en el retrogusto, unos sorbos especias, otros balsámicos,,,, una locura.

Definitivamente no es un St Emilión típico, mas bien se asemeja por algunas de sus características a un gran Brunello, pero con una elegancia inédita. Ahora se porqué les llaman vinos de culto,,, está para hacerle una capilla.

Uno de los autenticos vinos de garage que pusieron de cabeza al Libornes, La Mondotte es un vino sumamente escaso, cuyas 4.5 hectareas situadas junto a Troplong Mondot, dan botellas que se han convertido en objetos de coleccion buscados desde todo el mundo. El ex-forero Malaquias_Regio y este servidor fuimos muy afortunados en poder descorchar este vino en Monterrey, Mexico.
Este vino es un monstruo de complejidad, con tostados, trufa, cacao, canela, cueros, almizcle, especias, cerezas, ciruelas negras, carne asada, carbon, bosque umbrio; y en general un perfil cambiante, misterioso y bello. En boca, este Mondotte no toma prisioneros: de ataque firme marcado por una fruta elegante, perfumada, intelectual, tiene un paladar medio que sin ser abrumador estalla en sensaciones minerales, de una austeridad de esas que renuncian a la fruta explotando de madurez y en lugar de eso, ofrecen un enfoque que va al nervio del asunto y que hay que disfrutar en silencio. La salida quiza pierde un pelin de empuje, pero igual es largo y, como digo, hay que meditarlo. Un vino aristocratico, que sin embargo tiene el descaro de escupir delante de los grandes pagos de Saint-Emilion. Para quien este acostumbrado al saint-emilion de digamos Figeac, Troplong Mondot o Angelus, incluso Ausone, este vino es como escuchar dirigir a Otto Klemperer por primera vez en la vida, luego de haberse acostumbrado a escuchar a Karajan.