Abrí la botella el viernes y hoy, domingo tarde, sigo olfateándola,

Abrí la botella el viernes y hoy, domingo tarde, sigo olfateándola, observándola, probándola, cual inesperado prodigio milagroso. He leído y releído las tesis doctrinales de JA Dianes y Álvaro Girón sobre este fenómeno. He acudido a gente sabia a pedir ayuda, y tras noches de insomnio y meditación creo haber comprendido o al menos haber hallado una plausible explicación ontológica sobre este ser y en este sentido ya tengo claro que la naturaleza del mismo es de origen divino; en efecto lo produjeron los dioses, sin duda para su consumo propio, pero cayeron bajo los efectos eufóricos del néctar e, inconscientes y temerarios, derramaron unos gotas las cuales cayeron en la tierra. Luego advirtieron el grave error que habían cometido, pues si los humanos lo probaban posiblemente se transmutarían en dioses como ellos mismos y eso no lo podían consentir (aunque fuera por simples razones de overboking).

Así pues decidieron ubicarlo en el espacio y el tiempo, imaginando que esta ubicación temporal escondería su esencia, la cual sólo sería conocida por ellos de forma exclusiva., dada la imposibilidad del hombre para conocer lo que son las cosas en sí mismas. Consideraron como Martin Heidegger que el ser es tiempo ya que lo que es, permanece siempre en un contexto temporal y que por ello, al esconderlo bajo conceptos ya plenamente humanos y por lo tanto accesibles, podrían seguir reservándose su autentica naturaleza. Tras este hecho, aparecieron unos esforzados eruditos que localizaron el néctar y lo transmitieron a otros privilegiados para que lo disfrutaran y compartieran con los dioses una mínima parte de su esencia divina, que es en lo que estamos ahora.

Tras ello viene una segunda parte aún más compleja que la ontológica anterior, y es la noética (en el sentido Aristotélico de ver pensante o inteligible, que conlleva una fase descriptiva), y aquí sí que mi fracaso es absoluto y lo debo reconocer sin excusas ni pretextos, pues considerando el postulado anterior, es decir la naturaleza divina del objeto, no puedo penetrar en su conocimiento ya que me es imposible elaborar un proceso cognoscitivo que me permita aprehender el objeto mediante su representación interna. De aquí que no me sirva ni la experiencia empírica ni mi muy limitada experiencia científica, ni conozco un sistema epistemológico que me permita enfrentarme al objeto con garantía de éxito.

Dicho todo lo cual, no me resisto a terminar sin utilizar una idea de un buen amigo – y hombre sabio donde los haya (por lo cual le pido humildes excusas y me acojo a su probada benevolencia). Idea aplicable, por supuesto a las “Botas de…” , en el sentido de indicar que quizá estamos haciendo como Ícaro, nos estamos acercando demasiado al Sol y se nos pueden derretir las alas con lo cual nos daremos un trompazo de aúpa, pero hasta entonces…¡¡ buen vuelo ¡¡.

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