No volveré a insistir sobre el tópico de que "cada botella es un mundo", todos sabemos que es un hecho. En este caso, esta "Fleur" se mostraba más evolucionada (y no por ello menos interesante), con sus notas de cedro y tabaco havano, humus y trufa sobre un fondo de grosellas y moras menos dulces y extrovertidas que en otras botellas y otros años. En boca se muestra completamente pulido, con buena acidez, taninos del todo integrados. Se expresa con un clasicismo inesperado, lo que me invita a pensar que cuando los elaboradores son de primer nivel (y el padre de esta criatura así es considerado) y al vino se le da un cierto tiempo en botella, por muy "modernistas" que sean sus métodos el vino acaba dando cuenta de su terruño y cuna. Al menos por Burdeos parece que suele suceder. (¡Si hasta la ocurre a mi admirado Monsieur Michel Rolland!)

Conjunción y equilibrio en este vino. Picota cubierto ribete algo atejado. Nariz tremenda a fruta madura, bien puesta, satura el olfato junto a los tostados, regaliz, cacao. Boca suave, domada y con final donde el regaliz retoma el testigo. Asoman de nuevo notas de fruta que junto con la buena acidez hacen de este vino un gran vino.

Color picota
Aroma de buena potencia a una explosión enorme de frutos rojos, negros, exóticos, silvestres, amarillos, de bosque, toques vegetales, minerales, tostados y de regaliz.
En boca es sabroso, paso de boca muy redondeado y con bastante estructura, taninos suaves, retronasal a regaliz, tostados y frutos, final largo y con mucha persistencia.
Un gran vino, que quizas los 30 € que cuesta lo penalizan un poco.

Exuberancia bordelesa.
Exuberancia: por su fruta negra muy madura, su cremosidad de un roble bien plantado y mejor integrado, su potencia aromática limpia, envolvente y apetitosa, su exotismo de especias y flores.
Bordelesa: por su elegancia altiva e intransferible, su digestiva acidez, su equilibrio, su frescura y armonía, sus notas minerales, y de trufa y de flores secas, su densa profundidad.
Vibrante, moderno y delicioso.