Me cuesta trabajo recordar un barolo que haya tomado en los últimos años

Me cuesta trabajo recordar un barolo que haya tomado en los últimos años que sea más delicioso que éste. Es de un pureza tierna y comedida en nariz, y de un poder y sedosidad en boca que no le hacen a uno sino pensar en los mejores vinos borgoñones. Aromas maduros, de frutas rojas, alquitrán, chocolate, rosas, violetas, cáscara de naranja, azúcar quemado, y sabrá Dios qué más. El ataque en boca asusta por la tanicidad de miedo, pero en el paladar medio de pronto explota con una carga de fruta y especiados de no-creerse, con una textura acariciante, de tejido de alfombra persa, y un final lleno de flores, para cerrar los ojos. Esto se aproxima a la perfeccion. Lástima que sea tan difícil de conseguir, y peor aun que no me regalaron otra botella para beberla con la voz de Kathleen Battle y el piano de Alfred Brendel, interpretando canciones de Franz Schubert sobre poemas de Goethe.
Un vino tremendo. ¿A quien coños le importa evaluar un vino por los años que tarde en madurar, cuando existen estas joyas, maravillosos desde jóvenes y aun así capaces de durar 20 o 30 años?

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