Y sí, estuvo a la altura...

Dado que mi debilidad siempre han sido los tintos bordeleses, y en particular los del Médoc, y más concretamente los Saint-Julien, esperaba a este tinto con el cuchillo entre los dientes. "Más vale que estés a la altura y no me falles, porque si no...", me dije, le dije.
Nada por lo que inquietarse. Este Saint-Julien de pura raza me sedujo desde el principio y casi sin condiciones. Por no tener, no tuve ni que decantarle. Al descorche ya estaba dispuesto a darme cancha. Fresco, complejo y elegante. Con esas notas frutales tan inmediatas que ya un buen puñado de 99 me han ofrecido hasta convencerme de que tal vez ese sea el sello de su añada.
Sensual incluso en su paso de boca. Con tan poca pizca de austeridad que pude imaginarme a los más ortodoxos/puritanos poner el grito en el cielo por pasarse de delicioso mientras soltaban a coro "¡Es un Saint-Julien, Barton además, tanto placer y tan pronto en la copa no es posible, se ha vuelto moderno, se ha vendido al diablo del mercado y los bebedores fáciles!". Pero no, no creo que este Léoville sea de los que se venden tan fácil, de hecho, su política de precios continúa siendo una de las más honestas de todo el Médoc, al menos entre los primeros y los segundos crus classés.
Simplemente le dio por ponerse irresistible, y eso supuso que un bebedor fácil como yo cayera rendido a sus pies sin remedio, pero con mucho gusto.

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