En estas categorías, la 2018 me parece que está lista para beber. No quiero que suene prepotente ya que no tengo la verdad absoluta, ni tampoco quiero que parezca denigrante; según va pasando el tiempo, con mayor frecuencia prefiero vinos que sean accesibles, no tener que esperar y esperar sin fecha determinada para encontrarnos con un futurible que sólo está en la cabeza de alguno de nosotros. Dicho esto, apostar por este regional tan elegante y tan cuidadoso con los detalles (los corchos son de los mejores que conozco y siempre está todo en su sitio, sin estridencias), siempre es un placer. Porque no todos los años son iguales y porque lo bonito es saber interpretarlos tal y como son.
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