Un amigo me trajo esta botella del que considero el más ambicioso de los

Un amigo me trajo esta botella del que considero el más ambicioso de los vinos blancos mexicanos. Luego de volverlo a catar después de casi dos años, sólo se ha confirmado mi impresión general. Pero debo moderar mi entusiasmo.
Se ha acentuado la fruta en el bouquet, sobre todo lima, duraznos y toques de piña. Además de una crianza muy bien trabajada, las notas a miel y cera de abejas redondean un perfil aromático quizá "obvio", aunque siempre evocador. El paladar es cremoso, ha ganado peso, y la fruta además de tropical, es sensual. Notas de mantequilla se combinan con toquecitos tostados y una acidez muy refrescante. Pero el final pierde empuje y tensión. En resumen es un vino muy bien logrado y de equilibrio sobresaliente, y me recuerda a mi patria como pocos.

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