La redondez

Picota oscuro. El borde es el de un vino que todavía está joven. Brilla y está limpio.

Una de esas narices inimitables; profunda, cambiante pero al mismo tiempo varietal, larga, masculina y de las que hacen salivar y sonreír. No oculto que soy fan incondicional de Burdeos (del bueno, of course). Tampoco oculto que durante el aperitivo, cuando todavía el vino iba a ciegas, hubo opiniones para todo: que si Lafite, que si Pingus, que si ni idea... En cualquier caso, todo lo que íbamos encontrando era fantástico por lo redondo y lo conjuntado del asunto. Fruta roja y negra, regaliz, cedro, madera vieja-nueva (tema aún no resuelto, quizá mezcla de ambas), balsámicos y piedras.

Nada importa si lo que se bebe es grande, y en el caso de este Lafleur, la redondez, la elegancia y la profundidad fue máxima. Los tintos de esta zona me atrevo a decir que son los mejores del mundo. El problema ni siquiera es encontrarlos, de vez en cuando nos cruzamos con ellos a precios desorbitados. Otras veces, cada vez menos, el destino nos los pone enfrente. Thanks, Henry!

 

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