Catado en formato magnum. Corcho de excelente calidad - Antoliano Dávila le hubiera puesto un 9 - pero la etiqueta estaba en pedazos. De color ladrillo, mate y opaco, algo parco en aromas, cicatero, lejano durante media hora, antes de abrirse de golpe como por arte de magía.
Luego exhaló notas de frutas rojas compotadas, de sotobosque y de cuero de zapatos. En boca, resultó absolutamente delicioso, depurado al máximo sin ser austero, longilíneo, de paso deslizante, bien delineado y de gran elegancia, levemente acídulo, con taninos fundidos. No dejó de mejorar adquiriendo una textura aterciopelada y un equilibrio ideal entre la fruta y los toques terciarios, balsámicos, especiados y empireumáticos : recuerdos de ciruela roja, de trompetas de la muerte, de carne ahumada, de pimienta cubeba y de habano húmedo.
Se bebió como agua y maridó idealmente con un redondo de ternera lechal, guarnición de patatas cocinas en su piel y judías verdes del Médoc : la sencillez voluntaria. En la zona, la añada 82 - muy calurosa - ha dado lugar a vinos confiturados, espesos, grasos, vulgares y el empleo de la barrica de roble nuevo ha empeorado las cosas. ¡ Qué placer descubrir un tinto, hecho a la antigua usanza - que ha evolucionado perfectamente en botella - y, con más de treinta años a sus espaldas, maravillosamente bebible ! En total, fuimos siete comensales : las mujeres - seres razonables - restringen su consumo, afortunadamente. ( PVP : 11 € )