El problema aquí es que el vino carece de cualquier elemento que pudiera

El problema aquí es que el vino carece de cualquier elemento que pudiera identificarlo como rioja. Aromáticamente decentillo, con manzana amarilla, melón, petits pois, mantequilla de maní y pan tostado. También tiene un no-sé-qué de cera de crayones con los que coloreaba yo en kindergarten. En boca es fofo y dulzón. Parece más un Sauvignon Blanc californiano en plan Caymus (o sea, un mejunje de roble nuevo y fruta muy madura). Baja acidez en un final bastante corto. En las siempre precisas palabras de Josie, mi compañera de goces y sufrimientos en la mesa, "es el tipo de blanco que te servirían en American Airlines, en clase económica." Para que vean que hay críticos más severos que yo...

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