Los años le pesan

De color cereza con ribete muy abierto, atejado.
Nariz de buena intensidad con aromas terciarios, aquí ya no hay fruta, tal vez algo de cerezas en aguardiente, pero simplemente acompaña a las notas de desván, de tostados, tabaco de pipa, frutos secos, ahumados, monte bajo, vainilla y tierra mojada.
En boca mantiene una buena acidez y un cuerpo medio que, aunque mantiene cierta intensidad y complejidad, ya se nota decaído, pasó su mejor momento, al menos para esta botella.

Los vinos muy antiguos no tienen por qué estar buenos per se, los hay que se mantienen vivos, como este, pero no emocionan. Acompañó perfectamente un rodaballo a la brasa, lo disfrutamos, sobre todo por el facto psicológico de estar bebiendo un vino que me supera en veinte años.

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