Me resulta imposible resistirme a la religión de los priorat. Como los

Me resulta imposible resistirme a la religión de los priorat. Como los Chateneuf-du-Pape, estos vinos, en sus grandes versiones, tienen algo de telúrico, misterioso, hondo, difícilmente descriptible, y que sin duda tiene que ver con su particular terroir. Con sus excesos y sus pequeñas imperfecciones, siempre son vinos de verdad, honestos y apasionantes. Este Mogador empezó mostrándose como un adolescente salvaje e impertinente, con esa fruta negra explosiva al borde de la sobremaduración, casi oportorizada, licorosa, y con una potencia que apenas podía domar su intensa mineralidad. Pero con el paso del tiempo el adolescente se calmó, la fruta se hizo más nítida y elegante, la tierra y el mineral se pusieron a trabajar y el vino entró en esa fase emocionante, profunda. En boca el vino hizo el mismo viaje. Acabó comportándose con exquisita elegancia, con su natural potencia mediterranea y su proverbial hondura. Vino con alma, con terruño, con misterio. Muy grande.

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